El Chile de estos
días, está muy lejos de aquel que recibía la cálida brisa de enero de 2015.
Abundar en la magnitud del daño producido por el denominado “caso Caval”, a la imagen y
credibilidad de la Presidenta, parece a estas alturas redundante, una perogrullada.
El hecho es que las encuestas ( esos oráculos a los que son tan asiduos los
medios de comunicación) de febrero y marzo, demuestran que el impacto de PENTA-CAVAL-SQM en toda la clase política,
y en las principales instituciones del país es profundo, y sus alcances
desconocidos. La sucesión de calamidades desde el erupción del Volcán
Villarrica, el incendio en la Araucanía, y las inundaciones en el norte del
país, ha puesto a prueba la velocidad de reacción, y la capacidad de gestión de
un gobierno, y una presidenta, que al decir de muchos habría quedado
“paralizada” por el fuerte golpe recibido en su esfera personal.
Pareciera a ratos que estamos viviendo el fin de una época,
un fin de ciclo. Algunos desde una interesada, parcial e individualista vereda,
han llegado a aventurar, casi sediciosamente que la Presidenta Bachelet estaría
evaluando renunciar (ver Mocciatti en CNN Chile). Desde luego, y para tranquilidad de todos, eso no pasa de ser una pachotada como la que lanzó esta
semana el ex ministro Mañalich “Este
gobierno ya terminó, y el programa esta en la basura”. El dilema es como seguimos. El país, ósea
todos y todas, no importando sectores económicos o sociales, credos religiosos
o filiaciones políticas, sexo, edad o afición deportiva, no se puede permitir
una fiesta de descalificaciones recíprocas, un festín donde el plato a servirse
es el o los adversarios. Estamos puestos nuevamente en un “transito histórico”,
del cual debemos salir fortalecidos, no desde la ventaja pequeña del que anhela prácticamente que el gobierno caiga, sino desde lo que ha hecho grande a
nuestra nación: La infinita capacidad de reponerse de cualquier adversidad.
De ahí, que en este instante en que pareciera no existir nada
sólido, nada duradero, resuenan con una inesperada claridad las palabras del
Ricardo Lagos Escobar, el Presidente Lagos, que esta misma semana, nos brindó
varias frases e ideas fuerza que se le habían escuchado antes, pero que ahora
adquieren otro sentido. Y una, que parece trivial, pero que fija una pauta,
orienta e impulsa hacia adelante, es la que inicia esta columna; “La política consiste en correr el umbral de
lo posible”.
De esta idea podríamos desprender entre otras muchas cosas,
que en el momento actual el liderazgo político debe demostrarse en cuan allá
podamos correr esos umbrales, esas fronteras, esos límites. No para consagrar
nuevas impunidades, nuevos privilegios, sino por el contrario, para sentar las
bases de una sociedad donde el progreso y la equidad sean las condiciones
mínimas. Los alcances, la profundidad del estado social y democrático de
derecho que queremos construir, deberá fijarlo el pueblo. Sí, esa masa, esa
multitud, que suele ser mencionado cada vez menos en los discursos políticos.
La soberanía radica en él, y a él debemos remitirnos para tomar las decisiones
que marcarán nuestra evolución como república por los próximos 150 años.
No creo, a la sazón, de que exista un único camino para
consultar al soberano, y este sea la asamblea constituyente, creo que no hay
que cerrarse a nada, pero tampoco hay que limitarse a una alternativa, la que
dicho sea de paso, se ha asumido mas
como consigna, que como una tarea que debe ser producto del mas amplio consenso
social. Y aquí, nuevamente existen coincidencias con Mister Lagos, y es que se
ha jugado una opción, creando a través de su fundación Democracia y desarrollo,
una plataforma informática, desde la cual cualquiera de nosotros (as) puede
realizar sus aportes, sus propuestas, acerca de la nueva constitución.
Iniciativa popular de ley, plebiscito revocatorio, un rol activo del estado en
el desarrollo económico y productivo del país? Estas y muchos más, pueden ser
las ideas, que luego un equipo de abogados constitucionalistas, traducirá en
propuestas concretas.
Después de todo, salir del marasmo en que hoy estamos, es una
exigencia ética, moral, una exigencia que nos impone la propia subsistencia. La
Presidenta y su gobierno, asumieron con decisión, celeridad, incluso asumiendo
personalmente y en terreno la Presidenta, la ingente tarea de reconstruir, de
reparar, de mitigar el dolor y la destrucción en el norte del país. Del mismo
modo, confío en que será capaz de marcar el derrotero para lo que viene, y
sentar las bases de un nuevo Chile, que
salga del barro, mas fortalecido, mas digno, y mas unido.