Transcurrido
un año desde los luctuosos hechos del verano 2015, la actividad política
chilena parece ir de tumbo en tumbo, girando hasta lo que ayer se creía el
subsuelo, y ahora sólo es otro nivel, bajo el cual se puede seguir
descendiendo. Las formalizaciones de PENTA, SQM, y CAVAL, amén de otras que
podrían venir en otras “aristas” de la investigación penal-tributaria que lleva
adelante la fiscalía, dan el marco para un escenario en el cual, las profundas
transformaciones que lleva a cabo el gobierno de la Presidenta Bachelet y la
Nueva Mayoría, se subvaloran, se descalifican, y en el mejor de los casos, se
miran con sospecha.
El marasmo en
que ha entrado el proceso político, permite que grupos de interés tan diversos
como ciertos gremios del sector público, o el poderoso lobby “camionero”,
incurran en acciones de fuerza, que ponen en jaque el normal desarrollo de la
vida de millones de personas. El clima de descrédito hacia la actividad
pública, facilita el discurso populista. Los líderes del mundo social,
económico, y político se sienten inhibidos de convocar, de convencer, de
conciliar.
En el
escenario actual, el ataque aleve a la honra de las personas, la mofa grotesca
y simplista de las figuras políticas es el forraje suculento con que se
alimenta el show business. Como ha sido tradicional en Chile desde la dictadura,
los medios hacen su ganancia con el discurso “apolítico”. Grandes figuras del humor nuestro se
consagraron haciendo reír al dictador, repitiendo frases injuriosas, con que se
menoscababa a “los señores políticos“.
Claramente,
dejamos atrás ese escenario siniestro y sanguinario, pero no puede negarse que
en los medios se nota un tufillo, que está muy lejos del sano y libre ejercicio
de la libre expresión, y parece más bien, un ejercicio planificado de
demolición del adversario.
Es ilusorio
pensar que en el escenario electoral que enfrentamos, la dinámica de los
actores vaya a cambiar mucho. Por lo que se vuelve más relevante el esfuerzo
que deberá hacer la administración para poder cumplir su programa de gobierno.
En este
sentido, la gran tarea, la “madre de todas las batallas”, es el compromiso de
generar una nueva constitución. La transición va a concluir, cuando dejemos
atrás los enclaves autoritarios, y la constitución de Pinochet.
El proceso de
generación de la nueva constitución, nos convoca a todos, no sólo al pacto de
gobierno. Incluso los más encendidos militantes antisistema, tendrán cabida en
los diálogos y cabildos. Si lo decías por las redes sociales, y lo gritabas en
las calles, por qué no decirlo en la asamblea constituyente.
Hoy en día, estamos
siendo convocados a la elaboración de un nuevo pacto social, al mismo tiempo
que estamos en el reino de la desconfianza y de la decepción. Como
sobreponernos a la falta de entusiasmo, a las ganas de “irse para la casa”? Cómo
re encantar a las grandes mayorías para entrar de lleno en la construcción de
las bases de la futura sociedad?
Creemos que
las personas son por naturaleza buenas, actúan de buena fe, y la excepción las
hay mal intencionadas, falaces, o derechamente corruptas. En la distinción,
está la clave de la convivencia social. El re encuentro nacional, que implican
los diálogos y cabildos constituyentes, requieren que todos nosotros seamos
capaces de mirar más allá de la pantalla del Smartphone, requiere de la reunión
física con nuestros vecinos y conciudadanos.
Lejos de las
caricaturas y de la alicaída imagen de
los actores políticos, el tiempo presente nos conmina a la acción, a salir de
nuestras casas, nunca antes en la vida republicana fue tan importante la participación
como ahora. Por ello, no dejarse amilanar por las acciones mediáticas (siempre
interesadas), e incorporarse con energía en la noble tarea de construir y de
ser “dueños de nuestro propio destino”.