La visita del
Presidente Barack Obama a Cuba, ha despertado innumerables reacciones, así por
ejemplo, el ilustre militante Silvio
Rodríguez, recientemente compartió su
apreciación, y la de sus cercanos, acerca de la histórica visita. Con claridad
y sencillez el ídolo de la trova cubana, hace ver su positivo escepticismo, es
buena la visita y el acercamiento, pero que se dé al término de un mandato
presidencial, y con minoría en el congreso, no garantiza ni mucho menos, que
esté cerca el fin del bloqueo.
De este modo,
a ojos de parte de la población cubana, el líder de la súper potencia, brinda
gestos de buena crianza y políticamente correctos por doquier, cumple con todos
los ritos que el protocolo “revolucionario” establece, y muy por sobre todo,
juega el rol que le gusta jugar, hace historia con su visita, y se aproxima, al
menos en el discurso, a esa figura tan temprana e inmerecidamente galardonada
con un nobel de la Paz.
La esposa de
Silvio Rodríguez, dice que “ya quiere que terminen estos 3 días de visita, y
lleguen los Stones”, una hija agrega, que espera que se relajen las normas para
obtener visa de turista, y poder viajar a ver a su madre, que en los ochenta
escapó en el Muriel. Un nieto plantea lo mismo en relación a poder visitar a su
padre que reside en suelo estadounidense.
La tónica de
las familias separadas, por decisiones políticas que provienen de la guerra
fría, pareciera un mínimo común
denominador, tanto de los militantes del gobierno como de la disidencia.
Algunos en tuitter decían que Yoani Sanchez la conocida bloguera cubana, iba a
tener que buscar otro empleo, porque después de este viaje, se vendría un
período de comunicaciones más abiertas y menos controladas, que lo harían
innecesario.
Desde luego
que es apresurado, sacar conclusiones sobre la visita, el régimen hasta ahora
ha procesado sin grandes cambios, visitas igual de importantes, como la del
Papa. Lo que de veras es importante, es el reconocimiento que hace el
Presidente Obama, en la propia tierra cubana, de que serán los cubanos quienes
decidirán su destino. Esto que parece una perogrullada, en el contexto de
guerra fría, parecía impensado. Es ni más ni menos, una declaración explícita
sobre la intervención norteamericana.
Es claro que
la población cubana, el pueblo de Cuba, es una comunidad profundamente
politizada, en un sentido o en otro, los cubanos tienen una clara opción política.
A nadie deja impávido el proceso que se está viviendo, todos tienen opinión, y
si de pronto se convocara a la población a la asamblea constituyente, el
proceso sería masiva y entusiastamente desarrollado.
De pronto
recuerdo a fines de los años 80’ en Chile, el proceso de transición a la
democracia, la participación en el plebiscito del 88, las primeras elecciones
abiertas y vinculantes. El anhelo de libertad y democracia estaba en
ebullición, el movimiento popular hervía en las poblaciones y en los frentes
sindicales y estudiantiles.
Con la
perspectiva del tiempo, se comprende por qué en el Chile de esos años, los poderes fácticos pactaron una salida que
evitó llamar al pueblo a la asamblea constituyente. Una negociación de la cual
se desconocen muchos aspectos, pero que se puede presumir, fue sobre la base de
respetar el orden público económico de la dictadura. Libre mercado casi sin
freno, leyes laborales permisivas y flexibles para el empleador. Todo hecho a
pedir de boca del gran capital.
Tuvieron que
pasar casi 30 años para que se empezara a hablar en Chile de asamblea
constituyente, y es precisamente ahora, con una
población, con mínima participación en organizaciones sociales, partidos
políticos, o iglesias, individualista, presa del consumismo, y esclava del
dinero de plástico. Una sociedad
despolitizada, que es presa fácil de las ofertas populistas.
La Cuba de
los Castro no es la Cuba de Batista, eso es indudable. Los progresos en
desarrollo sanitario y educacional están a la vista. Sin embargo como en todos
los regímenes de partido único, resulta muy difícil sostener que reina allí la
libertad y la democracia. Una transición hacia un régimen que admita la
competencia electoral con plenas garantías para todos, y el respeto de las
opiniones diversas, es un desafío muy complejo de implementar, pero sin el
cual, dará exactamente lo mismo, la visita del Sr. Obama.
Por ello,
traigo a la memoria nuestra transición a la democracia, porque no da lo mismo
la forma en que se haga, en Chile se hizo sobre la base de mantener la primacía
absoluta del capital por sobre el factor trabajo. Sobre la base de conservar
estructuras que garantizaran poder de veto a las fuerzas políticas herederas de
la dictadura. Y ahora vemos de qué forma estaban imbricadas las influencias del
gran capital con los intereses bastardos, de políticos de un amplio abanico de
partidos.
El régimen
que impera en Cuba, ha sido idealizado por varias generaciones de militantes de
izquierda a lo largo de los años, muchos de nosotros hemos valorado, y
valoramos, la apuesta por el desarrollo humano, por la infancia, por la mujer,
por la dignidad. Sin embargo, el anhelo de libertad –que leyendo a Silvio
Rodríguez, vemos que no es una declaración en contra del gobierno-, está a la
base de la construcción de cualquier sociedad que aspire al socialismo. Esto lo
supo tempranamente el Presidente Allende, de ahí sus grandes discusiones con
Fidel Castro, y de ahí también la admiración del compañero Ernesto Che Guevara
“ Salvador Allende, quien pretende hacer lo mismo, por otros medios”. Cómo
conjugar estos principios básicos, es un complejo juego de pesos y contrapesos,
que sólo un régimen plenamente democrático puede cautelar.
El pueblo
cubano, es soberano para decidir su destino. La dignidad y el coraje que ha
demostrado en estas décadas, le han ganado el respeto de los demócratas del
mundo entero, y por cierto el apoyo y
solidaridad de los socialistas chilenos.