La última encuesta CEP, y toda su
alharaca posterior, nos trajo de nuevo a distinguidos y muy conspicuos
personajes, que en los canales de TV y medios de prensa, explican con voces
altisonantes los designios del oráculo. Es como la versión chilensis de “El día
de la marmota”, aquel film donde Bill Murray viaja a un pueblito a reportear,
la tradición que permite “predecir” si el invierno concluirá pronto, o durará
aún 6 semanas más, dependiendo del comportamiento de la marmota al dejar su
hibernación. Bill queda atrapado en el pueblo, obligado a vivir cada amanecer,
el mismo día, una y otra vez, en una sucesión interminable de jornadas. Como en
las peripecias de Bill Murray, el anuncio de una nueva tanda de vaticinios de
la CEP, provoca gran alborozo en los medios, y en el mundillo de la élite
política, como si fuese la primera vez.
Tampoco nosotros pudimos sustraernos
al rito, y vivimos nuestro propio “día de la marmota”. Revisadas las cifras se
aprecia una definición discrecional de los temas sobre los que se pide opinar a
la ciudadanía. No se considera el tema
de las pensiones, por estos días el tema más comentado, y que ha dado lugar en
los últimos meses a las marchas más masivas, desde el retorno a la democracia. El
reclamo por terminar con el sistema de AFP, sin ninguna sutileza se omitió de
la encuesta.
Los cerebros del CEP asimismo,
tuvieron a bien, excluir de la medición, los casos de colusión empresarial y
cohecho, limitándose a incluir el tema de la corrupción de “funcionarios
públicos”, donde más del 90% de los encuestados manifiesta nunca haber sido
víctima de petición de pagos o de coimas, por parte de funcionarios públicos, lo
que echa por tierra la pertinencia de la pregunta. Y hace más evidente la
omisión de la corrupción de la gran empresa.
Lo más interesante de esta entrega,
a mi juicio, lo representa la consulta acerca del grado de felicidad de los
encuestados, con su propia vida. Absolutamente mayoritario con cerca del 70% de
personas que se declaran “totalmente satisfechos” con su vida, así como sienten
en un 20% que las demás personas están
satisfechas con sus vidas. De algún modo, esta sencilla pregunta, estaría dando
cuenta de una cuota de optimismo, que contradice los discursos agoreros de la
élite. Es un mentís tanto para los grandes señores del 1% más rico del país,
como también para los jóvenes movimientos antisistema.
En lo que sin lugar a dudas, existe
una gran interrogante es en torno a las preferencias del electorado, ante una
eventual elección presidencial. El inversionista Piñera, figura al cabo de dos
años de campaña, con un modesto 20% de intención de voto. En tanto el profesor
Lagos, figura con un modestísimo 5%, al cabo de un mes de declaraciones
vacilantes, que “no confirman, ni niegan”, una eventual campaña presidencial.
Surge con gran sorpresa como la figura política con mejor evaluación, el
periodista Alejandro Guillier, quien desde su labor como conductor de noticieros de TV goza de la
credibilidad que la ciudadanía le niega a los políticos tradicionales. Sin
embargo, ante la pregunta presidencial, sólo un 1% señala que le gustaría como
futuro Presidente de la República. Mismo resultado obtiene el actual Agente
ante La Haya, José Miguel Insulza.
De las personas encuestadas, cerca del 70% no sabe o no contesta quien le
gustaría o quien va a ser el próximo Presidente de la República. En otras
palabras, la inmensa mayoría de los encuestados, estima que el tema de la presidencial
de 2017, no es prioridad en este momento.
Este
escenario introduce un grado de incertidumbre para la que no están preparadas
las élites. Acostumbradas durante décadas a la tibia certeza del binominal, a
la solidez de los metálicos aportes a las campañas políticas, y a un orden de
cosas inalterado en lo esencial desde la dictadura. Los grandes y poderosos que
periódicamente concurren al rito de la marmota, ya no encuentran allí los
signos que les permiten avizorar el fin del invierno.
Es
significativo que en momentos en que surgen voces de la calle, exigiendo
aquello que no estaba en los planes de nadie, y en un estado de cosas, en que
en Chile ni un solo abuso ni colusión empresarial, pasa desapercibida. La élite
ponga la misma música de siempre, pretendiendo adormecer a los trabajadores, a
los ciudadanos, a los estudiantes, al pueblo mismo.
Tal
ha sido la pérdida del juicio de realidad de la élite, que hace menos de dos
meses, el candidato Piñera iniciaba su gira de pre campaña por Chile, acompañado
ni más ni menos que por el Pdte. de la asociación de AFP su ex ministro Pérez
Mackena. En la semana siguiente irrumpía, en un montaje comunicacional en defensa de la industria, el hermano del
candidato, y creador de las AFP, José Piñera.
Será
que estamos en los albores de una nueva era, donde las grandes masas de
trabajadores, ciudadanos, estudiantes, adquieran el nivel de consciencia que
les permitan construir un nuevo orden. Por cierto que sólo un exceso de
optimismo, haría asumir que ese proceso de va a ser inmediato, y mucho menos de
que el mismo, dependa de los próximos eventos electorales. Sin embargo, parece
evidente que el viejo orden aquel que defiende “granjerías y privilegios que el
sistema capitalista ha dado a unos pocos”, ha llegado a un nivel de deterioro
en el imaginario colectivo, que no puede menos que sucumbir.
Cada
uno de quienes reflexionamos en el Chile de hoy, tenemos la obligación de
hacerlo en el colectivo. El momento actual requiere de darse cuenta, adquirir
consciencia del propio valer, sólo en conjunto con los otros, los millones de trabajadores y trabajadoras
chilenos, podremos sentar las bases de una nueva forma de convivencia social y
política, dotada de legitimidad, que nos permita reemplazar un sistema anquilosado.
Por cierto, y en la más concreta, eso requiere transformar el pensar en acción,
salir de la comodidad del Smartphone o el Tablet, dejar la participación
virtual, para ir a la participación real. Ir a las marchas contra las AFP,
discutir en el sindicato, en el club deportivo, en la asamblea estudiantil. Y
por supuesto, participar en el régimen democrático, es votar. No dejar que
otros decidan. Ese es el primer paso para un cambio más trascendente.