En los días
posteriores a la decisión del Comité Central del PS, donde se optó por designar
como pre-candidato presidencial al senador Guillier, se han sucedido una serie
de expresiones de desconcierto, molestia, disgusto, de personalidades y figuras
públicas de diverso origen. Es que esta decisión, postergada de manera
inexplicable durante largos meses, dejó a uno de los partidos-eje de la Nueva
Mayoría sin un candidato presidencial de sus filas.
Recordemos
que desde las elecciones internas del 2015, donde asumió con amplia mayoría la
senadora Isabel Allende, se instaló la idea de que la propia Presidenta del PS
sería candidata presidencial del partido. Luego varias encuestas de opinión (
sí esas mismas), la instalaban como una de las figuras mejor evaluadas y con
menor porcentaje de rechazo.
Qué pasó
desde entonces? En una secuencia no lineal de hechos, se produjo la hecatombe
comunicacional detonada por el llamado “Caso Caval”, esto condujo a la caída de
las figuras más poderosas del gabinete: Peñailillo en Interior; Arenas en
Hacienda; y Elizalde en Segegob. Todos ellos de la generación de recambio en
sus partidos. Sabido es que Elizalde fue figura central en la campaña interna
que llevó a la presidencia a Isabel Allende, por lo que fue un fuerte golpe a
la gestión de ésta, verlo salir tan prematuramente del gobierno.
Sucede
después la fallida inscripción de las primarias legales de la Nueva Mayoría,
por responsabilidad atribuida por el SERVEL a la Presidenta del PS que no
habría llegado dentro del plazo legal a cumplir con el trámite. Excusas más,
excusas menos, gracias a acciones legales ante el TRICEL, se logró no sin
esfuerzo la inscripción de dichas primarias, pero no para todas las comunas.
El panorama
presidencial de la Nueva Mayoría se fue difuminando durante todo el año 2016,
la más probable candidata del PS, desestimó continuar en carrera, dando a
entender la existencia de supuestas presiones del entorno del Presidente Lagos,
quien por ese entonces había sido proclamado como pre candidato por el PPD.
La pugna
desencadenada al interior del PS por el tema presidencial, animó el surgimiento
de las pre-candidaturas de JM Insulza y Fernando Atria, quienes fueron invitados
a participar en una “Consulta ciudadana” que decidiría. Lamentablemente para
ellos, el último pleno del Comité Central de la mesa dirigida por Isabel
Allende, desestimó la realización de dicha consulta, dejando sin resolver la
materia cuya responsabilidad le fuera asignada el 2015 por la militancia.
Finalmente,
en las elecciones internas del PS, efectuadas el 26 de marzo de este año,
resultó electa con amplia mayoría la lista encabezada por Alvaro Elizalde,
lista conformada por amplios sectores partidarios, divididos entre quienes
apoyaban la opción presidencial de Ricardo Lagos y la del senador Guillier.
La mesa
directiva no dio señales de cómo se resolvería la materia. Y en un hecho
inédito en la historia del partido se desestimó la votación a mano alzada de
los miembros del Comité Central. Decidiéndose en votación secreta que el
partido apoyaría al senador independiente Alejandro Guillier.
Y así
llegamos a esta semana donde fuerzas tectónicas desconocidas, se mueven bajo
nuestros pies y la hasta hoy amplia coalición de centro izquierda que derrotó a
la derecha el 2014, pareciera vivir sus últimos días.
Es que un
efecto inmediato que produjo la decisión
del PS de apoyar candidatura del senador Guillier en el PS, fue producir una
fisura en el eje PS-PPD, y de paso en la DC, que junto a su pre candidata
presidencial la senadora Goic, había advertido que la existencia de primarias
presidenciales dependía de pacto programático y parlamentario.
La aparente inclinación
del PS hacia un pacto político que implique abandonar el proyecto de la
centro-izquierda, es un efecto no declarado en el Comité Central, y por su
trascendencia, debe corresponder a ese órgano o a un nuevo Congreso del partido
quien determine la nueva línea política.
La tentación
de salir a disputar al “Podemos chileno”, el voto de las redes sociales,
pareciera haber calado en algunos líderes, olvidando el notable aporte que ha
hecho el PS a los gobiernos más exitosos de la Historia de Chile. Existe una
actitud de vergüenza por los avances y progresos obtenidos desde el año 1990,
no sin sacrificios y esfuerzos.
La
construcción de futuros acuerdos programáticos va a estar atravesado por este análisis, una
confrontación ideológica no resuelta en los noventa entre “autoflagelantes” y
“autocomplacientes” que rebota de nuevo,
con los mismos y también con nuevos protagonistas.
El piso se
mueve bajo nuestros pies, las posibilidades de caer son altas, pero muchos de
los que están a nuestro lado parecen embriagados por el vértigo de la caída.
Milito en el
Partido Socialista, trabajé en la campaña del Presidente Lagos en 1999, y
acompañé su opción presidencial el 2017, por sus ideas y propuestas,
construidas transversalmente por todo el país. Propuestas que se contienen en
el documento “Piensa Chile”, puesto a disposición de los partidos y también de
los pre-candidatos presidenciales. Como militante disciplinado acataré la
decisión adoptada por el Comité Central.
Lo anterior,
implica actuar con responsabilidad. No sería responsable para mí, no advertir
al liderazgo socialista el riesgo que enfrentamos, no solo de una futura
victoria de la derecha, sino de la postergación por muchos años del proyecto
político que hemos construido en la centro-izquierda chilena. Se debe actuar
con firmeza y vehemencia en la defensa de nuestras convicciones y principios,
pero actuar con prudencia en el trato y en el lenguaje, cuidando la relación
con nuestros aliados.
La velocidad
y la altura producen un vértigo, que es muy estimulante para los sentidos,
todos lo hemos experimentado. Tomar decisiones que pueden potencialmente
afectar a millones de personas, no deben adoptarse embriagados por el vértigo
ni la emoción.