Esta frase, no es de un político, ni de un líder medio
ambiental, tampoco de un cantante o una estrella de rock. Es de una mujer
palestina, que el año 2015 fue canonizada por el papa Francisco.
Es la primera santa de origen palestino. Un hecho que
fue recibido en todo el mundo como una importante señal política del Papa, en
reconocimiento de estado palestino. Cientos de banderas acompañaron en la plaza
San Pedro, al líder de la autoridad nacional palestina Mahmoud Abbas, quien
junto a la comunidad árabe celebraron este hecho tan significativo.
En los tiempos que vivimos, suena raro hablar de estas
cosas. En una sociedad entregada a un exitismo y consumismo sin límite, hablar
de Dios, de religión, o como en este caso de una mujer palestina que fue
canonizada parece una locura, o algo de gente fanática.
Sin embargo, el vacío interior que sienten millones de
personas en nuestro propio país, no se llena con nada. Ni con el éxito
económico, el desarrollo profesional, ni con el reconocimiento social. Es un
vacío que produce angustia, depresión, deseos de autodestrucción. Lleva a
muchas de estas personas a una búsqueda sin fin. Sólo algunos descubren que el
vacío es espiritual, es un deseo de trascendencia, que no puede obtenerse ni en
amazon, ni en Alibaba, ni en el mall.
Eso es lo que hace mas notable aún, como la historia de
esta mujer palestina, haya encontrado eco en tantas personas en nuestro país.
La semana que pasó, estuvo en Magallanes esta mujer
excepcional. Es Santa Mariam de Jesús crucificado, monja carmelita del convento
del Carmelo de Belén. Por primera vez en Chile, se exhibe un conjunto de
reliquias “insignes”, que recuerdan a los creyentes la especial relación con lo
más sagrado, que tuvo Mariam. Estas reliquias han sido conservadas para la
veneración de los fieles, y recuerdan los momentos en que cada mes, recibía,
las llagas de Cristo.
Está documentado que, al igual que otros famosos
santos como el Padre Pío, Mariam,
recibía las heridas de los clavos en manos, pies y la herida causada por la
lanza en su costado. De estas heridas manaba sangre y agua. Asimismo recibía
las heridas en su cabeza, causadas por la corona de espinas. Y en su espalda las
heridas de latigazos, que sus compañeras del convento, narran, que estando
junto a ella, incluso se escuchaba el sonido del látigo, y se veía la piel
abriéndose por los golpes.
Mariam, caía en éxtasis místicos, varias veces al mes,
se narra que en momentos de oración, o al momento de la comunión, se alzaba
sobre el suelo levitando.
La gira por Chile de estas reliquias que nos recuerdan
la vida excepcional de Santa Mariam, conocida como “La pequeña árabe”, se
inició en Magallanes. Quienes estamos al final del mapa, esta vez fuimos los
primeros. Cientos de personas participaron en las actividades que recordaban
los carismas con que fue bendecida Mariam, por Nuestro Señor Jesús y en
especial por la Santísima Virgen María.
Es difícil de describir el efecto que produce en las
personas tener esta experiencia. Sólo diré que en tierra santa, hablar de
Mariam, es como hablar del padre Pío. Se trata de una santa por cuya intercesión
se han obrado maravillas en muchas partes del mundo.
Una persona con una vida tachonada por la injusticia y
el maltrato en su niñez, fue distinguida con dones que la llevaron a los
altares en 2015. Lo que mas emociona de su historia es la extrema sencillez, y
su aprecio por la humildad mas extrema. Gustaba ser nombrada, y se refería a si
misma como “La pequeña nada”.
Qué lección nos deja a quienes la pudimos acompañar en
su recorrido. Estuvo en el oratorio del aeropuerto, en el hospital de Punta Arenas,
en la Ermita de Shoenstatt, en la Parroquia Santa Teresa de Los Andes, en el
centro geográfico de Chile ( la mitad del territorio del país). En la catedral de Punta Arenas y luego en
Tierra del Fuego, donde fue recibida con cariño y emoción.
El camino de la santidad, es con seguridad un camino
al que todos estamos llamados, y serán
muy pocos los elegidos. Pero lo que nos deja el testimonio de Santa
Mariam, es la entrega generosa a una creencia espiritual, a una vida de oración
y reflexión, de la cual emana una fuerza que el mundo necesita.
Cuando veo a jóvenes dedicar su vida a la defensa de
la naturaleza, a luchar contra el cambio
climático, cuando veo a jóvenes como Cristóbal, como Mariluna, o a mujeres como
Verónica, que luchan por su ideal, uno en la lucha social, otra en Kenia,
formando granjas ecológicas, y Verónica en su sencilla celda del Carmelo.
Cuando veo todo eso, pienso que aún hay esperanza para
la humanidad, aún existe una reserva de altruismo, de generosidad, de coraje,
que puede hacernos despertar.
Vamos a despertar al universo.
Punta Arenas, 27 de mayo de 2019.-