domingo, 29 de septiembre de 2019

ESCUCHAR EL MENSAJE


         
Amigos y amigas.

La semana que pasó, se va a recordar por mucho tiempo. A instancias de la joven activista sueca Greta Thunberg, multitud de personas se lanzó a las calles en todo el mundo, exigiendo de los gobiernos mayor acción por el cambio climático.

Cálculos preliminares estiman en unas 7 millones de personas, que se unieron en una sola voz, en defensa del medio ambiente, y del futuro del planeta.

En varios países, se pudo apreciar respuestas iracundas de grandes empresarios, y también de algunos políticos. Se dijo de todo de la joven Greta, que era un títere en manos de unos padres inescrupulosos, que lucraban con esto. De que era un instrumento de quienes están en contra del desarrollo económico. Hasta se la insultó aludiendo a su estado de salud.

Disparar contra el mensajero, ha sido a lo largo de la historia el recurso de los poderosos, cuando no se tiene mas argumento que la fuerza. Se rechaza no sólo el contenido del mensaje, sino también a los remitentes.

No cabe duda, que estamos en un momento trascendente de nuestra historia. Información científica verificable, con datos recopilados de fuentes fiables, dan cuenta del aumento de la temperatura global. Se estima que a este ritmo de aumento, dispondríamos de 12 años aproximadamente, para lograr revertir este fenómeno. Si eso no ocurre, el aumento de la temperatura del planeta, agudizaría la  sequía, la intensidad de los huracanes, provocaría la inundación de grandes urbes costeras, e islas por todo el planeta.

Gracias al movimiento global de las personas por el cuidado del planeta. y a la gran cantidad de evidencia científica existente. Los gobiernos y las grandes corporaciones están adoptando acuerdos, para reducir la emisión de los gases de efecto invernadero. Fijando metas para llegar a ser “carbono neutrales” en 2040.

Amazon, Google y otros gigantes han asumido compromisos concretos y medibles. Desafiando a las grandes empresas, a asumir un compromiso activo con el cuidado del planeta. Desde el corazón del capitalismo, surgen voces que llaman a buscar maximizar as utilidades. Pero esta vez, con cuidado del medio ambiente, con el respeto de las comunidades y de sus trabajadores.

Si bien es cierto, las potencias industriales son las responsables del 80% de las emisiones de CO2, los países en vías de desarrollo y los países pobres por vivir en el mismo planeta, sufren los efectos del cambio climático. En estos países el cambio climático ya es una realidad que golpea fuerte. Sequías que se prolongan por décadas, provocan la muerte de animales de pastoreo, la desaparición de la agricultura a pequeña escala. Con la consiguiente destrucción de la vida rural, la migración forzosa de personas por razones del clima.

En Chile,  la ciudadanía poco a poco, va tomando consciencia de la gravedad de la situación. Estamos llegando a un punto, en que los temas instalados como tabú, en la larguísima transición a la democracia, empiezan a revisarse y a discutirse.  La propiedad del agua, es uno de ellos. Imágenes de grandes estanques de acopio, llenos de agua, para regar inmensas plantaciones de Palto. Cerros y cerros, antes cubiertos de espinos y cactáceas, ahora pintados de verde del monocultivo de exportación. A la inversa, los valles, antes verdes y florecientes. Ahora yermos, polvorientos, plagados de huesos de animales muertos en la sequedad.

Como en tantas otras cosas, en Chile nos acostumbramos durante 30 años a “comulgar con ruedas de carreta”. Los consensos de la transición, con los mandamases de la dictadura nos penan hasta ahora. Algo que en los países desarrollados, sería inaceptable, acá es indiscutible, propiedad privada sobre recursos naturales. El mercado sacrosanto, determinando hasta las miserables pensiones que se pagan a nuestros ancianos.

 Un botón de muestra de esta visión de la sociedad, que nos ha dominado y que a decidido hasta ahora nuestro destino. Las declaraciones del Pdte. De la asociación de AFP, refiriéndose a la demanda de una profesora jubilada. “Nos pueden meter el dedo en la boca, pero no pueden ponerse a jugar con as amígdalas también”.

Creo que esa frase, de una franqueza brutal, refleja precisamente la  condición en que hemos estado en Chile durante largos años. Inhibidos de siquiera poder discutir acerca del modelo de desarrollo que queremos. Con el veto moral de un gran empresariado impermeable a las críticas, y al cual se ha sorprendido una y ora vez, coludiéndose para subir los precios, haciendo triquiñuelas para evadir impuestos. Un sector refractario a toda reforma que redistribuya la riqueza, sea tributaria o laboral.
Somos un país en vías de desarrollo.

 El salto al mundo desarrollado se ha postergado una y otra vez. El gran dilema, y que debe resolverse en la discusión democrática, es el tipo de desarrollo que queremos tener. Ya no estamos para creer en el mito del crecimiento económico perpetuo. Eso a lo que Greta Thunberg llamó “los cuentos de hadas del crecimiento eterno”. En este esquema económico en el que estamos, exportando materias primas, explotando recursos naturales, sin incorporación de valor, con una inversión mínima en Investigación y Desarrollo, y con un sistema educacional deficiente. Cualquier aspiración de ser una sociedad desarrollada, nos tomará varias décadas.

El momento presente es de decisiones y de acciones. Ya nadie puede sustraerse. No se puede ser apolítico, o independiente, respecto de la amenaza global que pone en riesgo la propia existencia humana.

Los ciudadanos de los países pobres y en vías de desarrollo, tenemos derecho a exigir a nuestros gobernantes, que negocien condiciones ventajosas, para compensar el mayor daño que las potencias industriales ha hecho y hacen hoy día a nuestro planeta.

Se deben obtener adecuadas compensaciones económicas, para las economías pequeñas, que deberán hacer un esfuerzo mayor para descarbonizarse.

El cuidado del medio ambiente, debe ser  un compromiso de todos, pero debemos exigir sobre todo a los parlamentarios de regiones, defender los sectores productivos. Que las metas medio ambientales, se adopten con la gradualidad que se requiere, para cuidar las economías locales, y los empleos.

Amigos y amigas, soy Ernesto Sepúlveda, y espero que todos y todas podamos discutir el tipo de sociedad que queremos, sin temas tabú, ni vetos de los mas poderosos.

Punta Arenas, Lunes 30 de septiembre de 2019.-

domingo, 22 de septiembre de 2019

CAMBIO CLIMÁTICO




Algo distinto había en el horizonte. Allí donde debía estar el estrecho de Magallanes y en frente, la isla de Tierra del Fuego, ahora se veía una inmensa cordillera verde claro, con una altura descomunal, no menos de 5 mil metros. Coronadas sus cumbres por blancos nevados. Hacia el pie de esas altas montañas, se abre un profundo valle, muy verde, que cubre todo el espacio de lo que antes estaba cubierto de agua.

Donde antes estaba Punta Arenas, una extraña tierra entre amarilla y rojiza. Lo que antes era una extensa llanura, una pampa plana e interminable, ahora se alza como unas tierras altas, con clima templado, un sol dorado y cálido ilumina todo con tonos mate, como el sol del atardecer, pero no es más que el mediodía.

Antes de que estas altas tierras aparecieran, vinieron las olas. Primero unas de un metro o dos, que inquietaron pero no asustaron a nadie. Muchos fueron a la costanera a tomar fotografías o sacarse selfies para sus redes sociales.

Luego sin mayor aviso, se alzaron sobre la ciudad enormes columnas de agua, verdaderos rascacielos de agua de mar que cayeron sobre casas, calles y edificios. De pronto la tierra estaba tal y como había sido hace miles de años. Desprovista de toda huella humana.

El agua, así como vino, se fue. Ahora no se divisa el mar por ningún lado.

Las tierras altas y amarillas, bañadas por el sol, están cubiertas por una multitud de gente, que se aglomera en una estrecha franja como meseta. Hombres, mujeres y niños, se concentran en un pequeño espacio para evitar caer por las laderas, hacia el profundo valle, miles de metros más abajo.

Pero esta tierra no está quieta. De pronto para el pavor de la multitud, las tierras continúan elevándose, alejándose a una velocidad descabellada del profundo valle. La gente empieza a caer por las laderas. De pronto alguien grita ¡Formen una cadena¡ de a uno al comienzo, y después todos, con desesperación, unen sus manos, en una cadena sin fin, que impide que la gente siga cayendo al abismo.

De pronto, todo se tranquiliza, y permite a las personas empezar a recorrer, esas extrañas y cálidas tierras, esos colores, ese pasto tan verde.

 De pronto se ven subiendo por una colina unos dromedarios. ¿Qué hacen acá unos camellos? Enormes y solemnes, con una piel café claro, y un andar parsimonioso, no se dan cuenta que caminan por otros parajes hasta que se encuentran con el pasto. La suave pradera los desconcierta, pero retozan en ella como cachorros.

Caminando y caminando, de pronto se aprecia una estructura de piedra. Un raro edificio, arcos de piedra que se elevan varios pisos, en su interior es como volver muy lejos en el tiempo.

Ecos de las glorias de Roma y Grecia, colores y texturas entre la Edad Media y el Renacimiento.

 Grandes salones iluminados por el sol, desde altos tragaluces en el techo.

En un salón una niña lee un papiro, mientras su madre borda sobre un fino tapiz. Ambas visten holgadas túnicas de lino, con color azul y granate, que contrastan con el tenue color canela de la piel de las mujeres.

En otro salón, un grupo de jóvenes, practican el arpa y el laúd junto a un centenario maestro.

Ernesto Sepúlveda Tornero

domingo, 15 de septiembre de 2019

CONVIVIR EN PAZ



Amigos y amigas.

La semana que pasó, nos trajo nuevamente a la memoria, el golpe cívico militar que derrocó al gobierno del presidente Salvador Allende. Han transcurrido  ya 46 años, desde aquel fatídico 11 de septiembre de 1973. Una verdadera tragedia histórica, que ha marcado el siglo XX en nuestro país, y a varias generaciones de chilenos y chilenas, que sufrieron la persecución y las violaciones a los DDHH, o bien, que participaron activamente en la represión, o tuvieron cargos de gobierno durante la dictadura.

Avanzadas las primeras dos décadas del siglo XXI, las nuevas generaciones de compatriotas merecen vivir en una sociedad abierta, libre, democrática, inclusiva, tolerante.

Los adultos no hemos hecho lo suficiente para construir ese país en paz, que crece sobre la verdad y la justicia. No solamente subsisten  profundas divisiones políticas, sino que, lo que es mas grave, ha surgido una perniciosa corriente de “negacionismo histórico”.

Personas con educación e información, negando conscientemente, la planificación del horror, con crímenes de lesa humanidad, desde 1973 a 1989. Lo que se encuentra probado y respaldado con evidencia y datos científicos.  Es un símil perverso, con movimientos neo nazis y neo fascistas que niegan la existencia del “Holocausto” donde se masacró millones de personas, por ser judías.

Una sociedad no prospera, sin una base de verdad y justicia, sin la existencia del compromiso de no repetir los horrores del pasado. Es mucho o que nos falta aún por avanzar. Y nuevamente la neutralidad, el “no me gusta la política”, “soy apolítico”, es totalmente funcional al ocultamiento de la verdad. A intentos por disimular o atenuar las responsabilidades. Sobre todo de los civiles que protagonizaron el golpe de estado, junto a los militares. Personas, muchas de las cuales, labraron su fortuna, gracias a as granjerías y privilegios, que el dictador brindaba a su séquito.

Tenemos hoy día, la responsabilidad de construir la paz sobre la base de la verdad. Queremos que nuestros niños y jóvenes tengan a oportunidad de convivir, sin  odiosidades, sin sesgos ni vetos de ningún tipo. Para eso se requiere conocer nuestra historia.

Lamentablemente el gobierno de derecha, formado por varios colaboradores, promotores y defensores del dictador Pinochet, está impulsando la eliminación de las clases de historia a nuestros jóvenes. Establecer como optativa esta asignatura, es un intento por ocultar la realidad, ocultar la verdad. Es el primer peldaño, para negar todas las atrocidades protagonizadas por este mismo sector político.

Sobre la base de la ignorancia, de la falta de información, o por la información falsa propalada por medios de prensa afines, las dictaduras logran controlar a la población. En democracia, no estamos a salvo de los intentos de manipulación de los hechos, para cambiar la visión que tenemos del pasado.

La democracia se defiende con verdad, y es sobre la base de una convivencia basada en la verdad, que surge la paz, la concordia, o la posibilidad de construir acuerdos que nos permitan avanzar.

Y los avances civilizatorios, se consiguen así, con respeto por la verdad, con la aceptación de diferencias, sobre la base del respeto de los derechos inalienables de la persona humana.

En septiembre de 2019, no podemos dar nada por sentado. Debemos ser capaces de defender nuestra convivencia, hacer esfuerzos por la paz. Que las expresiones sociales y políticas, persigan por sobre todo el bienestar general. Este bienestar solo puede existir  si podemos vivir y desenvolvernos en paz.

Todas estas ideas, que parecen tan obvias, una verdadera perogrullada. No son aceptadas por todos. También existen grupos, afortunadamente minúsculos, que pretenden destruir la convivencia en sociedad. Expresión de esto, son los grupos ultra nacionalistas, o proto fascistas, que promueven el racismo, la homofobia y la restricción de libertades.

En Magallanes no estamos exentos de vivir este flagelo. Acá hemos podido ver en acción a un reducido grupo, de no más de 5 o 6 personas, que fueron capaces de frustrar una movilización pacífica.  Hay quienes señalan que serian anarquistas. Me inclino a pensar que se trata sólo de lumpen, o delincuentes infiltrados.

Es tal el despropósito de estos individuos, que terminaron golpeando a los propios participantes en la marcha, entre ellos al secretario regional del Partido comunista.

Conservar nuestra convivencia en Magallanes, es tarea de todos, y ojalá sea un compromiso de los candidatos, con miras a las elecciones de gobernador regional. Todos debemos velar por nuestro modo de vida,  para ello requerimos, no solo garantizar  los recursos para vivir y desarrollarnos en el austro. También necesitamos conservar nuestra característica de tierra de inmigrantes y soñadores, de hombres y mujeres valientes, que con lealtad y coraje construyen un hogar mejor para nuestros hijos.

Amigos y amigas, soy Ernesto Sepúlveda, y espero que con el trabajo de todos podamos erradicar el negacionismo, la ignorancia,  y la intolerancia, de nuestra tierra.


Punta Arenas, lunes 16 de septiembre de 2019.-

domingo, 8 de septiembre de 2019

CLIMA Y DESARROLLO



Amigos y amigas:

Recientemente se efectuó en Magallanes, el Simposio sobre  clima de APEC -Alianza de países del Asia pacífico-, de la cual nuestro país forma parte. Fue una ocasión excepcional para conocer de primera mano, información pura y dura, acerca del clima a nivel global. Científicos que llevan a cabo hoy en día investigación avanzada en esta área, nos alertan acerca de los efectos concretos en nuestra vida cotidiana, de la drástica reducción de precipitaciones en algunas áreas, y de inundaciones y tormentas, en otras áreas, donde no son usuales.

En Chile, constatamos la fragilidad de nuestros sistemas de monitoreo e información. Se evidencia la necesidad urgente de dotar de mayores recursos tanto a Onemi, como a las universidades y centros de investigación, que están generando conocimiento sobre el clima, y los fenómenos meteorológicos.

Todo lo que se nos ha dicho sobre el efecto en la atmósfera, de la polución ambiental, de la contaminación generada por la actividad humana, son ciertas. Y por alarmante que parezca, ya existen proyecciones que indican, cuanto tiempo disponemos como humanidad, para reducir el alza en la temperatura global. Algunos han llegado a afirmar que serían sólo 12 años.

Gases como el CO2, producidos por la combustión de combustibles fósiles, es uno de los principales causantes del denominado “Efecto invernadero”, que produce el aumento de la temperatura del planeta.

Iniciativas para reducir la emisión de carbono, o para la absorción del carbono que se emite, han estado negociándose entre las potencias industrializadas, sin que hasta la fecha se haya logrado reducciones apreciables.

A fines de este año se realizará en Chile la COP25, la cumbre sobre cambio climático de la Organización de Naciones Unidas. Chile es responsable del 0,26 % de las emisiones de CO2 globales, y sin embargo se ha propuesto adoptar medidas concretas para reducir su dependencia de los combustibles fósiles.

Como resulta evidente, el peso de las emisiones de CO2 la tienen las potencias industrializadas, que a su vez han sido reacias a adoptar compromisos mas exigentes para reducir el 90% de las emisiones de CO2 que son de su responsabilidad.

Ya lo hemos comentado anteriormente, nos parece inaudito que los países en vías de desarrollo, o derechamente los países pobres, deban asumir compromisos que condicionen o limiten su desarrollo económico. Mientras las grandes potencias desarrolladas continúan con la explotación de combustibles fósiles, generando la mayor carga de gases de efecto invernadero.

En Chile, se debe planificar con cautela el compromiso público-privado, que nos llevará a ser carbono neutrales. El lobby de las transnacionales extranjeras se siente con mas fuerza en los países pequeños. Y ya está demostrado, como invirtiendo grandes sumas en publicistas y activistas, pueden hacer fracasar proyectos de inversión viables, y sustentables.

En el tiempo actual debemos  diferenciar la información veraz, verificable, respaldada por datos científicos. De aquella otra información, que suele inundar las redes sociales, con notas sensacionalistas, que inducen al temor a la población.

Está claro, que nuestro planeta, es la CASA COMÚN, no hay por ahora otra alternativa. Debemos cuidar nuestro medio ambiente, debemos desarrollar nuestra vida y nuestras actividades productivas, en forma sustentable. Crecientemente estas actividades además deberán ser carbono neutrales.

Pero los países en vías de desarrollo, y los países pobres no pueden asumir el mismo grado de exigencia, que las potencias industriales. Valga decir que estas mismas potencias, vienen acumulando gases de efecto invernadero en la atmósfera, desde la revolución industrial, hace mas de 300 años. No parece justo que naciones jóvenes, como Chile, aún con enormes falencias en educación, en investigación y desarrollo, en ciencia y tecnología, deban abandonar la explotación de sus recursos energéticos.

Para un país como el nuestro, que el encuentro sobre cambio climático de la ONU, se realice en su territorio, constituye una oportunidad. Estamos en una etapa incipiente de nuestro desarrollo, aspiramos a lograr un desarrollo pleno, sustentable, pero sobre bases realistas. No podemos dejarnos intimidar  por el lobby de intereses extranjeros, que busca limitar nuestro desarrollo, y consagrar nuestra dependencia.

La COP25, probablemente concluirá con otra declaración de buenas intenciones, ya que las potencias industriales, que son los verdaderos contaminantes, no asumen el costo económico del cambio climático global.

Las grandes potencias, siguen en el siglo XXI actuando como los grandes imperios de siglo XVIII y XIX, imponiendo sus condiciones a todo el mundo, como si se tratara de sus antiguas colonias. La paradoja es que hoy día, una amplia gama de partidos progresistas, defiende como propios, esos conceptos y condiciones que las otrora potencias imperiales, no aplican en su propia casa.

Amigos y amigas, debemos cuidar nuestro maravilloso medio ambiente en la región de Magallanes. No necesitamos que una ONG extranjera nos enseñe como vivir en la zona extrema.

Pero no nos confundamos, una cosa es la que podemos hacer en el plano local, reciclando, reutilizando, reduciendo, y una cosa muy distinta es la que deben hacer en el norte del país, en los grandes centros de población.

Soy Ernesto Sepúlveda, y espero que las potencias industriales asuman el costo económico de la catástrofe climática, y se respete las características propias de nuestro desarrollo, y nuestro modo de vida.

Punta Arenas, lunes 9 de septiembre de 2019.-

domingo, 1 de septiembre de 2019

LOS OJOS DEL CORAZÓN


-Adiós- dijo el Principito.

-Adiós- dijo el zorro. Ahora te diré mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos. 

 “El principito”, Antoine de Saint Exupéry

Amigas y amigos, vivimos tiempos convulsionados, en muchas ciudades de nuestro país, y del mundo, la inseguridad encierra a las personas, tras barrotes en sus propias casas. La desconfianza y el temor, impiden que las personas socialicen, conversen, y hasta que se saluden. En las grandes ciudades, las personas no conocen ni a sus vecinos.

Cada día las personas enfrentan largos tiempos de desplazamiento, entre sus casas, siempre en la periferia, y los lugares de trabajo, en el centro de las ciudades o en otras comunas. Eso sumado a jornadas de trabajo extensas, dificulta que los trabajadores puedan tener una vida familiar adecuada. Los padres y las madres de familia salen con las primeras horas del alba, a la calle, y no ve a sus hijos hasta entrada la noche.

Bajos salarios, un alto costo de la vida, por arriendos caros, gasto en movilización y colación, mantienen a vastas masas de asalariados, viviendo en la pobreza. Una pobreza que no se nota tanto, detrás de los uniformes corporativos, o los trajes en liquidación.

 Sin recursos para destinar a esparcimiento, acceso a la cultura,  a la entretención, y sin tiempo para  la práctica deportiva, o para participar en la Junta de vecinos, o  en el cuerpo de bomberos.

Las personas están cada vez mas solas, cada vez mas aisladas, mas ensimismadas. Presas de la pulsión por el consumo, que parece ser el único mantra, la única religión aceptada socialmente.  Una felicidad falsa, que dura un instante, se esfuma junto con los últimos pesos de un salario minúsculo.

-¿Por qué bebes?- le preguntó el Principito- al único habitante de ese planeta, donde sólo vivía un bebedor, rodeado de montañas de botellas vacías y una colección de botellas llenas.

-Para olvidar- respondió el bebedor.

-Para olvidar qué- inquirió el Principito, que ya le compadecía.

-Para olvidar que tengo vergüenza- confesó el bebedor, bajando la cabeza.

-Vergüenza de qué?- indagó el principito, que deseaba socorrerle.

-¡Vergüenza de beber!- terminó el bebedor, que se encerró definitivamente en su silencio.

Cuanta desesperanza, cuanta tragedia se oculta en este pequeño párrafo. Cuantas almas atribuladas por los problemas, por la angustia, caen presa del siniestro flagelo. “El veneno negro” como le llamaba Gastón Guzman del dúo Quelentaro. El que partió esta semana.

Amigos y amigas, nos dicen en estos días, que al ritmo que estamos viviendo, el nuestra vida en la tierra tendría fecha de término. El planeta sólo podría recuperarse, si dentro de un plazo máximo de 12 años modificamos radicalmente nuestro modo de vida.

Se refieren al impacto que está produciendo la emisión descontrolada de CO2 a la atmósfera. Se nos dice que todos en el planea debemos modificar nuestro actuar.

Nadie podría estar en desacuerdo con esto. Pero por qué los países en vías de desarrollo, y los países pobres deben enfrentar las mismas restricciones que las potencias industriales?

Parece haber una desigualdad manifiesta, si consideramos que casi el 90 % de las emisiones provienen de las grandes potencias, y mas aún si consideramos que la mayor parte del CO2 acumulado en la atmósfera, proviene de la revolución industrial, que hicieron en el siglo XVIII esas mismas potencias.

Si embargo, tenemos una sola casa, es la casa común, y lo que haga un señor Bolsón en la amazonía, afecta a todo el planeta por igual. No podemos soslayar nuestra propia responsabilidad.

Vivimos en Magallanes en condiciones privilegiadas, rodeados de una naturaleza bella, agreste, con amplios espacios entre los nucleos poblados, que permiten respirar un aire puro y vitalizante. Tenemos que cuidar nuestro entorno, pero sobre todo, debemos conservar nuestro modo de vida. El trato por el nombre, el saludo de mano, o de abrazo a los mas conocidos. El ritmo constante pero no frenético. Una vida de consumos moderados. Gracias a la sabia pedagogía de aquellos largos inviernos del pasado. Cuando guardar frutas en conserva, harina, sacos de papa, la leña y el carbón, hacían  posible la vida en estas latitudes.

Nuestra condición de zona extrema, nos ha impulsado siempre a la solidaridad, a ayudar al que necesita, al que requiere una mano amiga. Humana tradición que proviene tanto de los pioneros chilotes, como  de los del viejo continente.

 Cuando vemos que el futuro de la humanidad está lleno de incertidumbres, más valor adquiere el trabajo colaborativo, abnegado, esforzado y audaz, que permitió construir nuestra región. Esa es nuestra fortaleza.  El que quiera cambiar el mundo, debe partir cambiando el lugar donde vive, su casa, su aldea.

Podemos sacar lecciones del pasado, para enfrentar los desafíos de presente y del futuro.

Amigos y amigas, soy Ernesto Sepúlveda, y aunque quedaran solo 12 años para impedir una catástrofe climática global,  igual valdría vivirlo, luchando en esta tierra bendita de Magallanes.


Punta Arenas, Lunes 2 de septiembre de 2019.-