Amigas y amigos:
Pasamos otro 5 de octubre. En Chile, esta fecha tan
significativa y simbólica, no es resaltada ni celebrada suficientemente. Es el
día en que se recuerda el triunfo del NO, en el plebiscito de 1988, y el inicio
de la denominada “transición a la democracia”.
Es un día trascendente.
Lamentablemente, con una larguísima transición,
debimos esperar décadas para ir desmontando el entramado de poder, diseñado
para impedir que las mayorías democráticas se expresaran.
El 5 de octubre de 1988, es una fecha que marcó la
restitución de la democracia, de la libertad, del respeto a los derechos
humanos. El triunfo de un pueblo hastiado de la barbarie, el triunfo de la
cultura de la vida, por sobre la cultura de la muerte.
Desconozco por qué en todos estos años, la clase
política no ha establecido como un día de celebración nacional, el 5 de octubre. Se ha establecido días
festivos, por las mas diversas razones, pero establecerlo en honor a la
recuperación de la democracia, no parece ser suficiente fundamento.
Ha existido un silenciamiento, un ocultamiento de lo
que significó para Chile el fin de la dictadura. Fue el inicio del período de
mayor crecimiento económico y reducción de la pobreza de toda nuestra historia.
El restablecimiento del pleno respeto de los derechos humanos, nos permitió ser
admitidos de nuevo en el concierto internacional. Dejamos de ser un estado paria, como lo fue la Sudáfrica
del Apartheid. Nuestros jefes de estado empezaron a ser respetados y recibidos
en todo el mundo.
Nuestro país se abrió al mundo, suscribiendo tratados
de libre comercio con los principales mercados, lo que permitió aumentar el
volumen y el valor de nuestras exportaciones.
Es indudable que el proceso de reconstrucción
democrática fue mas prolongado de lo que muchos deseábamos. Pero el largo
tiempo, la espera eterna, no desmerece en nada el país que hemos podido
construir entre todos.
Falta avanzar en aspectos trascendentales, que
implican llegar a una democracia madura.
Se requiere transformaciones que nos permitan reducir la desigualdad, que nos
permitan lograr un desarrollo integral. No sólo medido a través del producto
per cápita. Hay aprendizajes que debemos incorporar, para dejar de ser sólo
vendedores de materias primas.
Muchas veces he pensado, que tal vez por pudor o vergüenza,
no se releva de mejor forma el 5 de octubre. Tal vez el entramado económico, que
se consolidó en los últimos años de la dictadura, tenga algo que ver. Tantos
años transcurridos, y aun hoy se oculta el rol que jugaron cientos de civiles,
en los mas altos cargos del ejecutivo. Los ternos y corbatas que planificaron y
diseñaron la privatización de las áreas estratégicas de la economía. Aquellos
que pasaron de ser altos ejecutivos de empresas estatales, a accionistas y
propietarios de las empresas a las que se traspasaron.
En el programa de gobierno de la Concertación de partidos
por la democracia, se establecía, no sólo que no se iba a privatizar las
empresas estatales, sino que se iba a revisar las privatizaciones efectuadas
durante la dictadura.
Nada de eso ocurrió. Se continuó privatizando
incluyendo hasta a las empresas de áreas estratégicas.
Qué tipo de sociedad queremos construir en 2019? Desde
luego una mucho mas avanzada que la que iniciamos en 1990. El tiempo
transcurrido debe permitirnos dejar de una buena vez, las censuras
autoimpuestas. No existe ningún riesgo para la seguridad nacional, si revisamos
ahora el sistema de pensiones. Incluso si decidimos revisar el sistema de
pensiones de las Fuerzas armadas.
Discutir la pertinencia de que exista o no un Tribunal
Constitucional, si queremos una nueva constitución por asamblea constituyente,
si queremos iniciativa popular de ley o mandato revocatorio. Todo eso lo
podemos plantear, incluso discutir ahora, gracias a que hubo un triunfo
popular el 5 de octubre de 1988.
No es poco cosa. De hecho es bastante más trascendente
para la vida misma, que varias de las efemérides que cuentan con un día festivo
en el calendario.
Pertenezco a la generación universitaria que plantó
cara a la dictadura, varios de mis compañeros de generación sacrificaron su
vida por la libertad y la democracia. También sufrí la represión y la persecución
a causa de mis ideas políticas.
Para muchos jóvenes que vivimos intensamente esa
lucha, la salida a través de un plebiscito, representaba una salida que
favorecía a dictador. Fue difícil de tragar, que se hiciera tantas concesiones
a un criminal sanguinario y asesino como Pinochet y sus secuaces.
Finalmente, nos incorporamos masivamente a la campaña
por las elecciones libres, y a trabajar por la opción NO en el plebiscito.
En marzo de 1988, me correspondió iniciar mi práctica
profesional como profesor de estado en Historia y Geografía en el Liceo A-19
del Cerro Los Placeres de Valparaíso. Aun en dictadura, tuve la dicha, y la
complicidad de un profesor guía consciente, para hacer clases de educación
cívica. Enseñé a votar a alumnos de cuarto medio, que iban a votar al igual que
yo por primera vez en nuestras vidas.
Tenía 21 años, y el recuerdo de varios amigos que ya
no estaban. Fue un momento emotivo, un momento esperado largamente. Conquistar
la libertad con un lápiz y un papel. Pero también con millones de personas que
se atrevieron a salir a las calles a protestar, a exigir “Pan, trabajo,
justicia y libertad”.
Al amparo de un teclado anónimo, y arrellanados en
la seguridad y en los privilegios que la
economía capitalista da a unos pocos, muchos dicen “La alegría nunca llegó
porque faltó esto o aquello”. Para quienes estuvimos ahí, lo sentimos distinto,
fue “The war is over”, “The end”. Un estallido de alegría, una dicha infinita,
poder disfrutar de la vida con libertad, no tiene comparación. Nada se le
iguala.
Por eso además, quienes vivimos y padecimos la
dictadura, somos absolutamente contrarios a cualquier régimen que sojuzgue a
sus ciudadanos, a cualquier tiranía. Quienes luchamos por la libertad, no
podemos traicionar esos ideales, no podemos mancillar la memoria de los que
cayeron, para defender gobiernos autoritarios, sean del signo que sean.
Nos falta mucho aun para construir una sociedad mejor,
es cierto. Pero la sociedad perfecta no existe, es un mito y a la vez una
justificación. Las peores aberraciones de la historia se cometieron con la
excusa de construirla. Nuestra aspiración de vivir en una sociedad libre y
democrática, debe considerar la diversidad social, cultural y política. La
sociedad del mañana la vamos a construir en conjunto o no será.
Los paradigmas de los ochenta cambiaron. La lucha
contra el cambio climático, parece opacar los conflictos militares y políticos,
que aun hoy día, diezman poblaciones. Pero no sólo ha cambiado para los pueblos
que sufren los efectos de estos conflictos. También ha cambiado para los
capitanes de la industria, para los grandes consorcios empresariales, que
controlan las economías en el mundo. Paulatinamente se van incorporando dentro
de los objetivos empresariales aparte de obtener ganancias, que estas se
obtengan con respeto de medio ambiente y de las comunidades.
Este cambio cultural, nos va a tomar todo lo que nos
queda de vida, a los de mi generación, y será el nuevo piso mínimo desde el cual
partirán nuestros hijos.
Eso es lo que constituyó el 5 de octubre de 1988, el
triunfo de un pueblo organizado, que quiso cambiar la sociedad en la que le
tocó vivir. Se arriesgó y lo hizo. Se obtuvo un piso mínimo y esencial, ahora
se ve insuficiente, se ve mezquino. Pero constituye la base sobre la cual, hoy
se puede aspirar al infinito.
Amigas y amigos, Soy Ernesto Sepúlveda, y el 5 de
octubre lo celebraré mientras tenga vida, por quienes ya no están, y también
por los que vendrán.
Punta Arenas, lunes 7 de octubre de 2019.-
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