domingo, 24 de noviembre de 2019

NACIMIENTO Y MUERTE DE LA CONSTITUCIÓN



A propósito del inesperado escenario constitucional en el que ha entrado nuestro país, hemos estado revisando como se gestó la constitución política del estado de 1980. Cuando se cumplían 7 años desde el golpe de estado, los miembros civiles del régimen, instaron al dictador a generar un nuevo marco constitucional. La  idea era dotar de estabilidad al régimen, asegurando su continuidad.
Resulta muy ilustrativo consignar como se elaboró y cómo se aprobó la constitución del 80, para contrastarlo con el procedimiento iniciado este año, y que nos dejará con una nueva constitución el 2021.

Según un artículo elaborado por la Biblioteca del Congreso Nacional, se consigna, que la Junta Militar, dictó los DL N°1, N° 128 y N° 788, donde se auto atribuyó la potestad constituyente. Cesa en los hechos, la vigencia de la Constitución de 1925.

En la elaboración de la nueva constitución participaron tres instancias. La comisión de estudios de la nueva Constitución política del Estado, creada el 24 de septiembre del  73, conocida como Comisión Ortúzar, porque fue presidida por Enrique Ortúzar, e integrada entre otros por Jaime Guzman, Sergio Diez, Jorge Ovalle, Enrique Evans y Alejandro Silva, Raúl Bertelsen, Juan de Dios Carmona y Rafael Eyzaguirre.

La Comisión Ortúzar sesionó entre el 24 de septiembre de 1973 y el 5 de octubre de 1978, completando 417 sesiones de trabajo. Al término de las cuales, entregaron al dictador Pinochet un anteproyecto constitucional compuesto por 123 disposiciones permanentes y 11 transitorias. Luego de eso, la Comisión se disolvió.
Una segunda instancia la constituye el Consejo de Estado, órgano consultivo del Presidente de la República en asuntos de gobierno y administración civil. En la ficción jurídica creada por los miembros civiles del régimen, el dictador Pinochet se atribuía el cargo de presidente de la república. El Consejo de Estado, estaba  integrado por los ex Presidentes de la República  Jorge Alessandri Rodríguez (presidente) y Gabriel González Videla. Además, Carlos Cáceres, Juan de Dios Carmona, Juan Antonio Coloma, Juvenal Hernández, Vicente Huerta, Renato García, Diego Barros, Pedro Ibáñez, Oscar Izurieta, Hernán Figueroa, Mercedes Ezquerra, Héctor Humeres, Julio Philippi, William Thayer, Guillermo Medina, Enrique Bahamonde y Enrique Urrutia Manzano, entre otros.
El consejo de estado elaboró un nuevo proyecto constitucional, alternativo al de la Comisión Ortúzar, entre el 14 de noviembre de 1978 y el 1 de julio de 1980, a partir de un total de 57 sesiones de trabajo. El 8 de julio de 1980, el Consejo entregó su proyecto a la Junta de Gobierno. El consejo de estado continuó en funciones  hasta marzo de 1990.
La constitución definitiva, fue elaborada en base a los textos antes mencionados, por un grupo de trabajo designado por la junta Militar. El grupo de trabajo estuvo integrado por el Ministro del Interior Sergio Fernández, la Ministra de Justicia Mónica Madariaga, más los auditores de las Fuerzas Armadas. Entre el 8 de julio y el 8 de agosto de 1980, elaboraron el texto final de la Constitución, que fue aprobado por la Junta militar.
 El texto constitucional debía aprobarse en un plebiscito. Este se llevó a cabo el 11 de septiembre de 1980, aprobándose con una mayoría del 65,71% de los votantes.
Sin registros electorales, sin partidos políticos, que habían sido proscritos. Sin libertad de prensa, ni de expresión. La aprobación fue sólo reconocida por los partidarios del régimen. La Constitución entró en vigencia el 11 de marzo de 1981.
Por aplicación del artículo  14 Transitorio de la nueva constitución, se aseguraba  la continuidad del dictador Pinochet, con el cargo de Presidente de la República por 8 años. Al término de estos,  de acuerdo a los artículos 17 y 29  Transitorios, los Comandantes en Jefes de las Fuerzas Armadas y el Director General de Carabineros por unanimidad propondrían al país el nombre de una persona que ocuparía el cargo de Presidente de la República por 8 años más, sujeto a ratificación en un plebiscito. Como era de fácil de prever, el dictador Augusto Pinochet fue el designado.
En el plebiscito del 5 de octubre de 1988, el pueblo de Chile se volcó a las urnas, y derrotó abrumadoramente la opción  de que el general Augusto Pinochet prolongara su mandato por ocho años más.  Para la anécdota, queda el retraso por varias horas de la entrega del cómputo final.  El secretario general de gobierno Cardemil, apareció en horas de la madrugada a dar los resultados definitivos. Durante más tres horas los canales de TV, trasmitieron el “Correcaminos”.
La historia cuenta, que a noche del 5 de octubre el dictador pretendía desconocer el resultado, y disponer el despliegue de tropas en todo el país. No todos los miembros de la junta lo respaldaron. El más notorio fue el general Mathei, comandante de la FACH, que fue el primero en reconocer el triunfo de la opción NO. Si bien hubo patrullajes militares en tanquetas y con rostros pintados de negro, en varias ciudades. La noche del triunfo fue de una tensa espera, y una alegría contenida.
El escenario de triunfo de la oposición sobre la opción de continuidad del régimen, abrió una posibilidad de reformar la constitución para la realización de elecciones libres. El régimen pactó con la oposición  un paquete de 54 reformas,  y fue convocado un plebiscito, que se efectuó el día 30 de julio de 1989 del mismo año, a pocos meses de las elecciones presidenciales y parlamentarias programadas para el día 14 de diciembre de ese año. Donde el candidato del régimen sería Hernan Büchi, ex ministro de Hacienda de Pinochet, el cual fue derrotado por el candidato de la Concertación de partidos por la Democracia, Patricio Aylwin.
Desde 1990 al año 2017, subsistieron las principales trabas y cortapisas, establecidas por los redactores de la constitución del 80, para impedir que las mayorías democráticas pudieran expresarse. La última gran reforma fue el cambio del sistema binominal, que mantenía artificialmente empatadas a las fuerzas políticas.
El estallido social, o la revolución de octubre de 2019, pone a Chile frente a una posibilidad única en toda nuestra historia. Poder decidir dentro del sistema democrático y dentro de nuestra institucionalidad, una nueva constitución para Chile. Por primera vez, mediante la participación de todos, podremos optar por la convocatoria a una asamblea o convención constituyente. Las diferencias con el escenario descrito, en la génesis de la constitución del 80’, no pueden ser más radicales. Es imprescindible que todos quienes hoy se expresan en el espacio público, puedan atesorar el grandioso momento en el que nos encontramos.
Poder concretar una nueva constitución, requiere ahora de un trabajo educativo, instructivo, el cual se puede hacer en las aulas, en los lugares de trabajo, en las juntas de vecinos, en los clubes deportivos, en las iglesias.
Una sociedad avanzada, un estado social y democrático de derecho, no se construye desde una calle incendiada. No hay épica alguna en la destrucción del mobiliario de un liceo, en atentados contra sedes políticas, o en la profanación de tumbas o capillas. La lucha social se debe a sus destinatarios, el pueblo mismo. Y nada ofende más al pueblo trabajador, que se destruya el fruto de su sacrificio.
Es hora de construir, de acercarse, de confiar. Se lo debemos a los fallecidos, a los cientos de heridos, a los miles de detenidos, se lo debemos a Chile.
Soy Ernesto Sepúlveda, en Crónicas de la Patagonia.
Lunes 25 de noviembre de 2019.-

domingo, 17 de noviembre de 2019

DÉJA VU



Desde que se iniciaron las protestas masivas contra la dictadura, en 1983, la movilización social fue en un espiral ascendente. Pese a que el régimen desplegó toda su ferocidad, con crímenes alevosos, torturas y horror, la población no se detuvo. El punto de inflexión fue el atentado fallido contra el dictador. A partir de allí, la oposición debió optar, o se continuaba con la estrategia de movilización social y desobediencia civil, o se buscaba una salida política. El realismo primó, y con el beneplácito del departamento de Estado norteamericano, se iniciaron negociaciones que culminaron con un llamado a plebiscito, que se efectuaría el 5 de octubre de 1988.

Se trataba de decidir, nada más y nada menos, sobre la continuidad del régimen, con el dictador Pinochet a la cabeza hasta el año 1997. Esto correspondía a la opción SI, del plebiscito. En tanto, la opción NO, correspondía a quienes querían el término del régimen, y la convocatoria a elecciones libres.

Las discusiones que se dieron en esa época, entre quienes estaban por profundizar la estrategia de movilización social, y quienes confiaban en las negociaciones iniciadas por el régimen. Lo que se conoció como “El veranito de Jarpa”, porque fue con Sergio Onofre Jarpa a la cabeza de la Segegob, que se desarrollaron esas conversaciones.

Durante todo ese tiempo, la sangre seguía corriendo por las calles, la represión y la persecución a los movimientos de izquierda, se prolongó hasta el último día.

Para participar en el plebiscito de 1988, se abrieron los registros electorales. Los que existían hasta el año 1973, habían sido destruidos. El régimen llamó a inscribirse para participar en apoyo a Pinochet. Lo suyo hizo la oposición. Unos primero y otros más tarde, el grueso de la oposición, aceptó las reglas del juego, se inscribió e hizo campaña por el NO.

Para quienes no estuvieron allí. Fue un período plagado de emociones, quienes luchamos contra la dictadura, por primera vez, veíamos que la TV hablaba de las atrocidades, de las violaciones a los DDHH. Todas las noches las familias se agolpaban frente al único TV de la casa, para ver la franja del NO.

Fue un período hermoso, a ratos épico. Y el triunfo sobre el dictador, es una de las alegrías más grandes que hemos vivido como país.

Estamos ahora en el año 2019, inmersos en un proceso de cambio, de transformación social y política, sólo equivalente, a ese otro proceso que vivimos el año 1988.

También ahora estamos ante un proceso que se inicia, con desconfianza de la población, con descontento, hastío. La certeza de vivir condiciones de vida injustas, o miserables, ha hecho perder el miedo. La gente se vuelca a la calles sin temor, pese a los muertos y heridos.

Existen muchas similitudes, en las críticas de los grupos más radicalizados de izquierda y derecha.  En el año 88’  la UDI quería la prolongación del régimen sin plebiscito alguno. El PC primero se oponía al plebiscito, y luego llamaba a votar nulo.

Llegar a una asamblea constituyente en un gobierno de derecha, es algo que nadie previó. Luego de haber aportillado el proceso constituyente iniciado por la presidenta Michelle Bachelet, ahora muchos miran hacia atrás con admiración y respeto.

El acuerdo suscrito por la inmensa mayoría de las fuerzas políticas de Chile, el 15 de octubre de 2019, constituye un hito histórico. Por primera vez pudimos ver en nuestras propias pantallas de TV, como se realizaban las negociaciones, hasta el acuerdo final.

Un acuerdo que por primera vez no era en la cocina de algún incumbente, sino en la sede del congreso nacional. Por primera vez, no “cortaban el queque”, tres o cuatro señorones de la política, sino que fue con un enjambre de parlamentarios, presidentes de partidos, asesores, y decenas de reporteros y periodistas.

El camino que se ha abierto con este acuerdo, nos dejará al igual que en 1988, ante un mundo nuevo. Un nuevo Chile será posible, con la participación de todos nosotros. No existe razón alguna para marginarse de esta oportunidad. Por vez primera Chile se dará una Constitución, a través de una asamblea o convención constituyente.

Se estima que desde que se apruebe en el plebiscito de abril de 2020, la opción de nueva constitución, hasta que esta entre en vigencia, transcurrirá un mínimo de un año y medio.

Este período deberemos abocarnos como sociedad, a resolver los graves e impostergables problemas sociales. Salarios, pensiones, salud, educación, regiones, entre otros. Durante todo este tiempo la gente continuará movilizada, hasta empezar a ver los frutos de los compromisos. Así deberá ser, para que los políticos de gobierno y de oposición no olviden.

La rebaja en la dieta parlamentaria y de los más altos cargos de la administración, no puede esperar más. Asimismo, la aplicación retroactiva de la ley de no reelección. De este modo, el parlamento completo podrá ser renovado en 2021 y 2025.

El término inmediato de las sistemáticas violaciones a los DDHH, ocurridas en todo el país, en el contexto de las movilizaciones sociales, no obsta al rechazo de vandalismo y la delincuencia. Con posterioridad a la firma del acuerdo político por una nueva constitución, se han seguido disparando balines y perdigones a la cabeza de los manifestantes. Se desconoce por qué aún permanece en su cargo el general director de Carabineros, responsable directo de las directrices impartidas a los escuadrones represores.

Estamos ante un momento histórico que marcará a esta generación, así como el triunfo en el plebiscito del 88’ nos marcó a nosotros. Son tiempos de cambio, y de esperanza que nos permitirán crecer como sociedad, y avanzar en la construcción de un Chile más justo y solidario.

Soy Ernesto Sepúlveda, en “Crónicas de la Patagonia”.

Punta Arenas, 18 de noviembre 2019.-

domingo, 10 de noviembre de 2019

LA SENDA HACIA LA PAZ



Estamos próximos a cumplir un mes, desde el estallido social de Chile, el 18 de octubre. Aun no se puede aventurar la magnitud de la fractura social existente. De pronto afloraron con fuerza incontenible, reivindicaciones históricas de los trabajadores, de los pensionados, de las dueñas de casa, de los estudiantes, de los pequeños empresarios, de los transportistas, de los enfermos. Una ebullición que con el paso de las semanas, se ha mantenido con igual intensidad, y se ha extendido a todo el país.

Las personas movilizadas, que a estas alturas se cuentan por millones, han logrado mantenerse activas, en jornadas de protesta, pacíficas, creativas, ampliamente difundidas y transmitidas en tiempo real, a través de las plataformas tecnológicas que ofrecen las redes sociales.

La destrucción de mobiliario público, asalto y saqueo de supermercados y tiendas, incendio de edificios, ataque a iglesias y capillas, han sido los eventos más repudiados por la población. Existe consenso, en que esta destrucción, es totalmente contraria a los objetivos de la movilización social.

El actuar desmedido, con uso de fuerza desproporcionada por parte de la fuerza pública, ha sido denunciado en medios chilenos y extranjeros. A la fecha existe una docena de funcionarios de Carabineros formalizados por tortura y apremios ilegítimos. Los heridos por perdigones se cuentan por miles, y los que han sufrido la pérdida de ojos por estos proyectiles, son mas de 200. En contexto internacional, se aprecia que en las movilizaciones sociales en Hong Kong, que llevan mas de dos meses, el número de personas fallecidas, heridas o detenidas, es sustancialmente menor. El Colegio médico ha advertido que las lesiones oculares, constituyen una verdadera epidemia, no existiendo en el mundo un caso siquiera similar. Donde agentes del estado infieren este tipo de heridas a la población civil.

El gobierno ha intentado retomar el control. Realizó un cambio de gabinete, y el primo ministro del interior, Salió antes de ser acusado constitucionalmente. Pero la tesis del enemigo interno,  de la existencia de una guerra, sigue dominando en el ministerio del interior. Se ha solicitado reiteradamente, por parte de parlamentarios, de dirigentes sociales y políticos, que Carabineros de Chile, no use balines ni perdigones contra la población civil. Sin embargo el nuevo ministro Gonzalo Blumel, se ha negado y ha respaldado totalmente el accionar de esa institución.

Lo que se ha avanzado, con  apertura del ministro de hacienda Ignacio Briones a modificar la reforma tributaria y de pensiones. Se retrocede en el manejo de crisis, que desde interior y Presidencia, se sigue enfrentando como un problema de orden público.

La convocatoria al Consejo de seguridad nacional (COSENA), por el presidente Piñera, denota patentemente la intención de desviar la atención. Se ha pretendido de manera bochornosa, deslindar la responsabilidad directa del mandatario. No se encuentra en riesgo de la seguridad nacional, ni estamos ante una escenario de eventual conflicto con potencias extranjeras. Así lo manifestó con claridad en la sesión del COSENA, el contralor general de la república. El que incluso, señaló que sería contrario a la constitución y al ordenamiento jurídico, hacer una convocatoria, no cumpliéndose los supuestos allí establecidos.

El reclamo por una nueva constitución para Chile, es cada vez más transversal y masivo. Pese a que algunos tildaron de aprovechamiento de la izquierda, y que no estaba entre las peticiones de la ciudadanía movilizada. El presidente de la Corte Suprema, los presidentes del Senado y Cámara de diputados, la denominada “Mesa social”, que reúne a las principales organizaciones de trabajadores, y hasta la Iglesia Católica, están pidiendo que se escuche a la ciudadanía.

A los partidos de oposición, se han unido personalidades de los partidos de gobierno, pidiendo nueva constitución. Destaca por su claridad y apertura en esta área el presidente de RN don Mario Desbordes, y la ex senadora, y figura reconocida en la centro derecha, doña Lily Pérez. El senador José Manuel Ossadon y su hermana diputada, también han dicho lo suyo.

El presidente, últimamente muy solo en su tesis del conflicto con un poderoso enemigo interno, luego de negarlo más de tres veces, ahora se ve dispuesto al tema constituyente. Pero bajo sus términos, que sea una reforma constitucional y que lo resuelva el congreso.

Con más realismo, y también con mayor conocimiento de las fibras que mueven a los ciudadanos, más de 300 alcaldes de todo Chile, están organizando un plebiscito comunal, a efectuarse en diciembre de este año. Allí se consultará si los vecinos quieren una nueva constitución, y sobre el mecanismo. En Magallanes, esperamos que nuestros alcaldes se unan a esta iniciativa.

En el congreso en tanto, esta semana se ve uno de los proyectos de reforma constitucional, presentados en años anteriores, y que permitirían modificar la constitución para efectuar un plebiscito a nivel nacional. La sola idea de que sea el congreso, que entre cuatro paredes, sancione una nueva constitución para Chile, resulta no sólo inoportuna, sino también descabellada. Es sencillamente, negarse a escuchar lo que la gente está diciendo en las calles.

Nuestro país, necesita con urgencia, la paz, necesita con urgencia que se abran caminos de entendimiento. Pero no puede ser como los consensos de los años 90, con políticos del sistema binominal, abrazándose alborozados, por las escuálidas reformas pactadas. No se trata de abjurar de lo que hicimos como sociedad, bueno, malo, regular, fue lo que hicimos entre todos. Lo que muchos creímos insuficiente, ahora es insultante. Las nuevas generaciones que están en las calles, no quieren esos consensos, quieren que se alcance un nuevo nivel de justicia. Una nueva dignidad, que aunque cueste más, nos satisfaga el alma.

Estamos ante nuevos paradigmas. El capitalismo chilensis, va a tener que adaptarse a nuevas reglas, las mismas que rigen en el primer mundo. Esquilmar a la gente no saldrá gratis. Colusiones de precios, intereses usureros, carreras universitarias ficticias, se van a terminar.

Necesitamos salir en paz de este estallido social, necesitamos recuperar el tejido social, que carcomió y pudrió el consumismo, el individualismo, el egoísmo. Vernos en nuestras diferencias, tal como somos, diversos, multicolores, aceptarnos y valorarnos recíprocamente.

El Chile del mañana, se está construyendo hoy. Cada uno de nosotros tiene que poner lo suyo. Estudiantes, profesores, obreros, empleados de oficina, emprendedores, también los políticos de gobierno y oposición.

Sin mas titubeos, sin miedo, sin violencia, vamos a una nueva constitución, y hagamoslo todos juntos.

Soy Ernesto Sepúlveda, y esto fue CRÓNICAS DE LA PATAGONIA

Punta Arenas, Lunes 11 de noviembre de 2019.-

domingo, 3 de noviembre de 2019

UNANSE AL BAILE



En los años 80 del siglo pasado, y durante la negra noche de la dictadura, un grupo de jóvenes de San Miguel formó “Los Prisioneros”. Una banda de rock latino, que si bien no superó la ola de grupos argentinos encabezada por “Soda Stereo”, fue la verdadera banda sonora de los jóvenes chilenos que se rebelaban contra la tiranía.

El líder de “Los prisioneros”, el magistral Jorge González, supo plasmar con sus letras el sentimiento de frustración, el resentimiento, el desencanto, en un país donde en 1990 la pobreza superaba el  30%, millones de cesantes malvivían en las poblaciones y barrios populares de todo Chile. Falta de oportunidades de  todo orden, para una juventud anhelante de disfrutar la libertad, que la dictadura nos quitaba.

La canción icónica de ese tiempo fue “El baile de los que sobran”, parte de su letra, retumba mas allá de las décadas que han pasado. Cuando “la revolución de octubre” se inició en Chile, el tema fue coreado por millones de voces en todas las manifestaciones pacíficas, desde Arica a Magallanes. Un medio fue a preguntar a Jorge González su opinión sobre este fenómeno, y respondió “Me da pena que hayan pasado 30 años y se tenga que seguir cantando”.

De pronto toda la estantería de trofeos que nuestro país exhibía jactancioso, a los vecinos del barrio, se vino abajo estrepitosamente. De pronto todos los expertos, analistas, los políticos favoritos de los matinales, estaban equivocados. Y pese a que la gente no ha salido de las calles protestando y manifestándose en todo el país, los mismos analistas, expertos, y políticos favoritos de los medios de prensa, se han seguido equivocando.

Para el anecdotario histórico, quedará la entrevista que en horario prime daba don Clemente Pérez, ex presidente del Metro, advirtiendo a los estudiantes que realizaron la evasión masiva del ticket. Su frase “Cabros esto no prendió”, quedará como una muestra bochornosa de lo escasamente conectada con la población que ha estado la élite.

El gobierno se ha visto sobrepasado en todas sus líneas. Cambio de gabinete incluido, las medidas anunciadas, se han comprobado insuficientes, a medida que las manifestaciones de descontento se prolongan, y se va ampliando cada vez el petitorio original.

Sería muy largo de referir el sinnúmero de reivindicaciones ciudadanas, la sociedad toda se ha volcado a expresar sus puntos de vista, a hacer sus exigencias, o a pedir el reconocimiento de su derechos.

El grueso de las manifestaciones, marchas, y protestas se ha realizado en forma pacífica, en medio de cánticos, de danza, de expresiones de arte. Sólo un número minoritario y marginal de personas se ha dedicado al pillaje y a la destrucción. Lamentablemente, los canales de TV y los grandes medios de prensa, se han dedicado a relevar esa violencia marginal, por sobre lo que han sido jornadas ejemplares de movilización.

Ningún político puede cantar victoria con estas masivas movilizaciones. El sistema político, económico y social completo, se encuentra en tela de juicio. Y la única forma de salir de este estado de movilización permanente, es con propuestas concretas, financiadas, con plazos definidos y acotados.

En un sistema presidencialista como el nuestro, es de iniciativa exclusiva del Presidente de la República, todo proyecto que irrogue gasto fiscal. Por esta razón, y porque ha sido cuestionado directamente por la población movilizada, el Presidente Piñera debe recoger el guante. Debe asumir que su mandato quedará marcado por el estallido social, y que la forma en que se encauce la revolución ciudadana, depende en gran medida de un cambio de actitud.

No estamos en tiempos, donde un ministro recién nombrado, en un gabinete para resolver la crisis, pueda afirmar de que por culpa de la destrucción callejera, no habrá recursos para responder la demanda ciudadana. Eso definitivamente, debe corregirse. Asumir con humildad que no se ha interpretado las verdaderas necesidades de las personas. Que no se ha sabido escuchar. Abrir espacios para que las personas puedan expresar sus ideas, su opinión, su descontento. Recoger esos planteamientos, sistematizarlos y darles una respuesta.

Eso, ni mas ni menos, es lo que se espera de un gobernante. No que tenga todas las respuestas, sino que sepa escuchar, y corregirse, sepa someterse a lo que la ciudadanía está exigiendo.

Por supuesto, que antes de todo, está el respeto por las personas. La inviolabilidad de los derechos reconocidos a toda persona. En particular el derecho a la vida y a la integridad física y psíquica. El derecho a la libre expresión de las ideas, el derecho a reunión, al libre desplazamiento. El derecho a un debido proceso ante la imputación de faltas o simples delitos.

Es la quinta esencia de la democracia, el respetar los Derechos Humanos. También en esto dábamos lecciones a los demás, de cómo habíamos perseguido a los criminales de lesa humanidad de la dictadura. Pensábamos que nunca más veríamos a los militares en las calles. Y sin embargo, en este octubre de 2019, en Chile, tomamos la máquina del tiempo y aparecimos en el mismo año 1986 cuando salió el disco “Pateando piedras” de Los Prisioneros, con estado de emergencia y toque de queda.

Existe otra forma mas terrible de caracterizar a un gobierno, que relacionarlo con la represión política? Desconozco quien recomendó al presidente, sacar los militares a las calles y establecer el Estado de excepción constitucional. No fue una buena decisión. A la fecha existen 23 personas fallecidas, miles de personas heridas por perdigones, cientos de ellas con pérdida ocular. Denuncias de vejámenes sexuales. Abusos. Uso desproporcionado de la fuerza.

Esta calamidad que afecta al país completo, debe terminar. Miles piden que se convoque a un plebiscito para cambiar la Constitución, y que esto sea a través de una Asamblea constituyente. Lamentablemente, el sector mas duro de la derecha, se aferra a la Constitución de 1980, como el legado de sus fundadores, es la última frontera ideológica que llaman a defender. Desempolvaron a José Piñera para que llamara a defender la constitución y el “Modelo”. Es tan rancio como pedir la vuelta de los senadores designados y del sistema binominal.

Chile tiene condiciones para llevar a cabo un proceso ejemplar de cambio constituyente. Varios de los que desde la derecha e incluso de parte de la ex concertación, critican el llamado a Asamblea Constituyente, olvidan que la salida de la dictadura, requirió un amplio acuerdo político, sin el cual nunca hubiéramos llegado a votar en el plebiscito de 1988.

Chile es un país de paz. Los trabajadores y trabajadoras, las dueñas de casa y los padres que cuidan a sus hijos y trabajan, necesitan ser escuchados. Eso no puede postergarse de acuerdo a los tiempos electorales. El estallido social, que transcurridos 20 días no amaina, requiere respuestas sinceras, y sobre todo escuchas sinceras.

Como tan sabiamente expresó una dirigenta social, al intendente regional,  en un cabildo efectuado recientemente en Magallanes, “Lo que la gente en la calle esta exigiendo es dignidad”.

Amigos y amigas, soy Ernesto Sepúlveda, y les invito a unirnos más que nunca, en Magallanes, sin distinciones políticas, sociales o religiosas, para construir una sociedad mas justa y solidaria, donde todos podamos progresar.

Punta Arenas, Lunes 4 de noviembre de 2019.-