La semana
recién pasada, nos puso en Chile, en uno de esos momentos, donde el pasado se
nos aparece con toda su carga de emociones. Por una parte, se recibía en La
Moneda con gran fanfarria, a Bolsonaro, presidente de Brasil. Famoso por sus
frases en contra de las personas de color, los homosexuales, las mujeres.
Admirador del dictador Pinochet, partidario de la tortura y de la persecución
política.
En la
misma semana se conocía después de 31 años, las condenas en contra de un grupo
de militares en retiro. Fueron quienes quemaron vivos a los jóvenes Carmen
Gloria Quintana y Rodrigo Rojas De Negri.
Nadie
puede si quiera imaginar la barbarie y crueldad involucrada en este crimen
alevoso.
Sin
embargo, en la casa de todos, se celebraba a quien encarna hoy en día las
mismas ideas de exterminio, desconocimiento a los derechos humanos y desprecio
por las minorías, que sufrimos en Chile durante 17 años.
Fue la
primera prueba para los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados.
Concurrir o no a la invitación que cursó el presidente Piñera, para compartir
un almuerzo con Bolsonaro. Primó el buen juicio, y no concurrieron. Hubiese
sido un despropósito, y la imagen les hubiera rebotado para siempre.
En La
Moneda, la prudencia escasea, hasta una torta de cumpleaños le mandaron hacer a
Bolsonaro, luego nuestro presidente posó para la posteridad, abrazándolo
sonriente.
Estamos
iniciando el último año de este gobierno. A partir del próximo se inicia
nuevamente el ciclo electoral. Lo que esta administración quiera realizar debe
concretarlo ahora.
La
oposición tiene mayoría en el parlamento. Por lo que el gobierno ha anunciado que
iniciará reuniones con los presidentes de partido. Es el conocido “pirquineo”
de votos.
Un
contrasentido, el presidente, ha comandando a su escuadrón ministerial, en un
ataque despiadado, contra la presidenta Michelle Bachelet. Ha tratado de
antipatriotas a quienes no respalden su agenda legislativa. Pero ahora pretende
le otorguen los votos sin hacer concesión alguna.
Es el
momento de la oposición. Existe el convencimiento, incluso entre los grupos del
Frente Amplio, de que se debe buscar la construcción de unos MÍNIMOS COMUNES,
que permitan no sólo impedir el retroceso en derechos sociales, sino construir
sus propias propuestas en materia tributaria, laboral y constitucional.
El gran
problema de este tipo de discusiones, es que son ajenas al “ciudadano de a
pié”. El gobierno cree interpretarlo, porque sigue las encuestas semanales, que
le repiten los mismos temas: Delincuencia, seguridad, empleo. Y la oposición
trata de re encantar con su discurso de derechos sociales y no asistencialismo.
En Chile,
se tiene mucha paciencia. Por un lado Jornadas de trabajo eternas, sueldos
minúsculos, millones de trabajadores endeudados, pagando lo que no tienen en
intereses y gastos de cobranza, y pensiones de hambre para los mas viejos. Por
otra parte, suculentas y multimillonarias utilidades en los bancos, en el
retail, en las AFP y las ISAPRES.
Cuando la
oposición sepa encarnar con claridad una alternativa creíble, a estos problemas
que agobian a la población, volverá a ser gobierno. Y no se trata de populismo
progresista versus populismo conservador. Se trata de liberarse de los tabúes
de la interminable transición a la democracia.
El futuro
nos depara peligros mas graves que la cesantía o la pobreza. El desastre será
global si el planeta, y nosotros en
nuestras casas, no tomamos acciones contra el cambio climático. La importancia
del agua, y de los temas medioambientales, estarán en el centro de las futuras
campañas políticas.
Recuperar
para todos los chilenos la propiedad del agua, será una bandera que todos
debiéramos enarbolar.
Los
MÍNIMOS COMUNES de Chile, son esos, es de esperar que la oposición tenga la
claridad y el coraje de hacerlos suyos.
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