Dentro del género de películas de acción, el film “La
purga la noche de la expiación”, (2013), nos muestra como sería una sociedad
del año 2022. Se describe un futuro, donde el poder político lo ejerce la “Nueva
fundación de los padres de América”. Entidad que controla todo en la sociedad, sin
contrapesos. Como una medida de control social, y un experimento sociológico
para reducir la criminalidad, se implementa la “Purga anual”. Mediante esta
regla, se autoriza a los ciudadanos que deseen participar del programa, que
durante una noche al año, se pueda cometer cualquier tipo de crimen. Durante un
lapso de 12 horas, las personas pueden perpetrar asesinatos, robos y violaciones,
sin tener que responder ante la justicia, ni asumir las consecuencias de sus
actos.
Es inevitable,
traer a la memoria las escenas de destrucción y descontrol, que hemos podido
presenciar por las pantallas de TV y en nuestros celulares, desde que inició el
“estallido social”. No ha existido aquí autorización ni norma alguna, que
rebaje o relaje el control penal. Son absolutamente punibles, los hechos de
destrucción de mobiliario urbano, los atentados en contra de la infraestructura
pública y privada. Pero quienes los ejecutan, aparecen investidos de un aura de
heroísmo y rebeldía, cual si estuvieran cumpliendo una misión patriótica. En el
film “La Purga”, se promueve la participación de los ciudadanos, emulando a los
padres fundadores de la república americana.
Los desmanes, la violencia desatada, la destrucción e
incendios, en la oscuridad de la noche, o a vista y paciencia de las cámaras de
TV, es obvio que no se trata de un experimento
sociológico. No existe en Chile nadie en su sano juicio, que anime teorías de
complot o maquinaciones maquiavélicas detrás de la violencia.
Sin embargo, no deja de llamar la atención, el
entusiasmo con que pequeños sectores de izquierda y de derecha, justifican por
un lado, las acciones perpetradas contra instituciones y autoridades, y por
otro la represión desmedida y sanguinaria.
Para algunas personas, el despliegue de energía
destructiva, que puede arrasar con estaciones de metro, supermercados, hoteles,
e iglesias, está plenamente justificada. Para otros, el bien mayor es el orden
público, y es un dato menor, el saldo de personas muertas, desde octubre 18 de
2019, la cantidad de heridos con pérdida ocular, los miles de detenidos.
Ha surgido un grupo cada vez más activo en redes
sociales, que se ha alzado como acusador y persecutor de quienes no piensan
como ellos. Con celeridad se lapida públicamente a quien no comulga con el
credo ultrón. Esbirros de la dictadura y ex ejecutivos de gobiernos de la
concertación, son tratados con el mismo desprecio, con la misma violencia. En la
máquina inquisidora soviética chilensis, han ido cayendo figuras ayer respetadas
y veneradas, el último caso fue el de la Jueza Atala.
Los nuevos padres fundadores del modelo chileno,
quieren ser como los padres anteriores, esos que vinieron de Chicago, en brazos
militares. Quieren cambiarlo todo, “Purgar” al que piense distinto del otro
bando y del propio bando también.
En el nuevo orden que, se dice, pretende la inmensa
mayoría de los chilenos, osea lo que habla la calle, no hay espacio para medias
tintas. No se rinde la PSU dijo un
adolescente, y ahí estuvieron cientos de viejos políticos (as), aplaudiendo esa
valentía, ese coraje. Se impidió a varios miles de jóvenes rendir, una prueba
para la que se prepararon largo tiempo, pero ese es un detalle ínfimo, con todo
lo avanzado.
Venerables dirigentes sindicales, de añosas e
históricas organizaciones sindicales, anuncian el fin del dialogo con el
gobierno, ya que “conversando no han avanzado en nada”. Pero por allí no pasó a purga. El primer
acuerdo que se suscribió en medio de las protestas, fue el reajuste y nuevos
beneficios para los empleados fiscales.
Cuando se cumple el lapso de las 12 horas de la purga,
vuelven a sonar las sirenas, y las personas empiezan a salir de sus casas, a
recoger a sus muertos, a atender a sus heridos. El experimento resulta, la
gente participa activamente, y eso augura una reducción de la criminalidad
durante el año.
En Chile de 2020, lleno de contradicciones, de
injusticias, de abusos, no necesitamos salir a destruir, a herir o a insultar,
no necesitamos salir “a purgar”, necesitamos confiar. Necesitamos creer. Ni un
gobierno acorralado con baja aprobación, ni un congreso desprestigiado, y una
oposición fragmentada, podrán por sí solos, salir de este atolladero.
La tarea que viene no es glamorosa, no tiene acción ni
vértigo, es una tarea de hormiga, de
mucha paciencia, de mucha conversa. Prestos ya a luchar por el estatus quo, el
grueso del oficialismo se cuadra con el rechazo a la nueva constitución. Se
inicia ya una campaña del terror, se ha mencionado incluso a la UP.
No han cesado las acciones de violencia, las
denominadas “funas”, donde se dan cuadrillazos a diestra y siniestra, son los “Gorriones” del septón supremo, la nueva fe que se impone
a garrotazos.
El sector progresista, la centro izquierda se encuentra atrapada,
indecisa, no sabe si culpar o no a los escuadrones de funadores, un prurito de
beato trostkista, parece impedir que estos sectores mas moderados, saquen el
habla para imponer cordura.
Necesitamos con urgencia, escuchar menos al que
vocifera y mas al que piensa. En Chile tenemos esa riqueza, personas de
sabiduría y prestigio como Gaston Soublette, Humberto Maturana, Agustin
Squella, Juan Gabriel Valdés, Laura Albornoz, la científica María Teresa Ruiz, la
filosofa Carla Cordua.
La sensatez y la prudencia, que emana del saber,
también lo encontramos en nuestras casas y campos. Para no ver otras versiones
de “La purga”, debemos sentarnos a conversar y a preparar el plebiscito
constituyente de 26 de abril.
Ernesto Sepúlveda
Punta Arenas, lunes 13 de enero de 2020.-
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