El Artículo 101 de la Constitución política del
estado, señala: “… las Fuerzas Armadas están constituidas única y
exclusivamente por el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. Existen para la
defensa de la patria y son esenciales para la seguridad nacional. En tanto,
respecto de las fuerzas de orden y seguridad, dice que “están integradas sólo
por Carabineros e Investigaciones. Constituyen la fuerza pública y existen para
dar eficacia al derecho, garantizar el orden público y la seguridad pública
interior, en la forma que lo determinen sus respectivas leyes orgánicas.
Dependen del Ministerio encargado de la Seguridad Pública.”
“Las Fuerzas Armadas y Carabineros, como cuerpos
armados, son esencialmente obedientes y no deliberantes. Las fuerzas
dependientes de los Ministerios encargados de la Defensa Nacional y de la
Seguridad Pública son, además, profesionales, jerarquizadas y disciplinadas”.
Desde octubre de 2019, en todo Chile, se produjeron manifestaciones
de descontento social, marchas, caceroleos, bocinazos, expresiones pacíficas
del denominado “estallido social”. Sin embargo como un producto residual de
estas manifestaciones, como un efecto no deseado, se produjeron también en todo
Chile, acciones de violencia, desmanes,
vandalismo, saqueos e incendio de comercios, oficinas, atentados en contra de
iglesias y profanación de tumbas y monumentos.
El llamado a expresarse
pacíficamente, no ha sido escuchado por grupos minoritarios, que persisten en
una suerte de acción directa, que no distingue ni discrimina sus objetivos. Han
terminado dañando mobiliario público, e infraestructura urbana, que es usada a
diario por millones de trabajadores, para ir a sus trabajos y a sus casas.
El rol que las autoridades de
gobierno han pretendido que asuman las fuerzas armadas, en un primer momento,
con la declaración de estado de excepción constitucional. Demostró el riesgo
que eso implica tanto para la sociedad civil, como para los integrantes de los
cuerpos armados, que existen “para la defensa de la patria y son esenciales
para la seguridad nacional”.
Con más de 110 días de refriegas
constantes en las calles, el saldo de fallecidos, heridos graves, y detenidos,
ensombrece la historia de esta movilización social. Y ha afectado gravemente la
imagen pública del gobierno, que se hunde en las encuestas de opinión. La
imagen internacional del país, sufre con 4 informes de organismos
internacionales, que condenan las violaciones a los DDHH perpetradas por
agentes del estado. Se sindica a Carabineros de Chile, como la principal entidad
pública que ha cometido estos actos, derivado de excesos en el uso de la
fuerza, como por no cumplir los protocolos de control de disturbios. Se trata
de la institución que junto a la Policía de Investigaciones, según la constitución
“Constituyen la fuerza pública y existen
para dar eficacia al derecho, garantizar el orden público y la seguridad
pública interior”.
Se acerca a
pasos agigantados el plebiscito constituyente. La instancia en la que con un
lápiz y un papel, sin miedo y sin violencia, resolveremos si queremos una nueva
constitución, y si queremos se elabore en una Convención constituyente. Mixta,
o elegida íntegramente por votación popular. Las discusiones acerca de los
contenidos de que podría tener una nueva constitución política, ya comienzan a darse. Tanto en medios
académicos, organizaciones gremiales, Juntas de vecinos, y empresas.
Un tema
ineludible, en estas discusiones preliminares ha sido las atribuciones y
facultades que el constituyente entregará a entidades tan importantes, y con
tan distinta naturaleza, como es el Banco Central, el Tribunal Constitucional y
las fuerzas armadas.
Sucede que
para muchos, la transición a la democracia, recién concluiría, con una nueva
constitución política del estado, donde se aborde directamente estas
instituciones. Ya que dentro de las cuarenta reformas constitucionales que se
hicieron desde 1990, prácticamente no tocaron a las fuerzas armadas. Con
timidez, cuando no con temor, los gobiernos democráticos avanzaron en temas
como la posibilidad de que el presidente de la república, pueda llamar a retiro
a los comandantes en jefe y al general director de Carabineros. Asimismo,
y casi 30 años después se logró modificar
la denominada, “Ley reservada del cobre”, que establecía el sistema de
financiamiento de las fuerzas armadas, el famoso 10 % de las ventas de Codelco.
Que le entregó cifras ingentes de dinero a los institutos armados.
Los
escándalos descubiertos en el ejército y en carabineros de Chile, conocidos
como “Milico gate”, y “Paco gate”, no hicieron sino ratificar que hasta el día
de hoy, el poder civil ejerce un control casi inexistente sobre el poder
militar. O dicho de otro modo, los controles existentes se han comprobado ineficaces, para velar por
el respeto del interés nacional.
Una sociedad
democrática moderna, debe contar con instituciones armadas, altamente
profesionalizadas, sujetas de manera irrestricta a la constitución y a la ley.
Por ello es de vital importancia, que la sociedad civil, se interiorice de las
regulaciones que han fallado, y porque no decirlo, discuta acerca del rol que
se espera de las fuerzas armadas en el Chile del siglo XXI.
Una
formación académica rigurosa, no sólo para el cuerpo de oficiales, valores,
ética, respeto absoluto a los derechos humanos. Para contar con dotaciones
incorporadas a la dinámica de un país que aspira al desarrollo.
Es vital
mantener y fortalecer, la colaboración y el apoyo de las fuerzas armadas, a las
actividades productivas de zonas extremas. La actividad económica que se
realiza en lugares de geografía o condiciones meteorológicas extremas, muchas
veces requiere del apoyo logístico de las fuerzas armadas. También es
importante mantener y dinamizar la actividad de divisiones, como el cuerpo
militar de trabajo.
Un aspecto a
discutir de manera prioritaria, en la nueva constitución, deberá ser la de circunscribir a las fuerzas armadas a su
rol específico, y no sobrecargarlas de tareas administrativas. La incidencia de
decisiones de la burocracia militar, es gravitante sobre la actividad
económica, sobre todo en las zonas extremas.
La sociedad
civil requiere optimizar los procesos, reducir tiempos de tramitación, eliminar
burocracia. Los conflictos entre particulares y los institutos armados, son de
difícil solución. Normalmente terminan en tribunales, debido a la infinita
cadena de mando. Una decisión discrecional o arbitraria, puede detener la
actividad de una región completa. La decisión
final siempre radica en la capital.
Nos ha
sucedido en Magallanes en más de una ocasión. Decisiones inconsultas, como fue
en su momento autorizar el “landing”, a cruceros extranjeros. Que significó un
duro golpe a las empresas chilenas que operan en nuestras aguas, brindando
servicios de transporte turístico. Con la consiguiente pérdida de ingresos y de
empleos. Y nos vuelve a suceder ahora, en una situación que ya ha producido
perjuicios millonarios, tanto a empresas de transporte argentinas, como
chilenas. Ha ocasionado cientos de reclamos de turistas, detenidos por largas
horas a la espera de un cruce en Punta Delgada.
Ha sido
cubierto difusamente por los medios locales. Una vez más una decisión
imprudente y falta de fundamentos de un mando medio, le asesta un fuerte golpe
a la economía local. Muchos atribuyen al desconocimiento de la dinámica
económica de la temporada estival, por parte de un funcionario del norte del
país. Resulta alarmante que la autoridad pertinente, no dimensione, el carácter
estratégico de mantener el funcionamiento fluido del transporte marítimo.
En los
tiempos que vivimos en Chile, y en la región, no estamos para tolerar el entorpecimiento de nuestra
principal vía de transporte con Tierra del Fuego. La dilatación
innecesaria, muy cercana a lo
arbitrario, de la autorización de zarpe
para la moderna nave “Kaweskar” de la empresa regional Transbordadora Austral
Broom, constituye un despropósito, y debe determinarse responsabilidades.
La sociedad
civil merece contar con cuerpos armados, que sirvan leal y honestamente al
interés nacional. La discusión en cabildos y asambleas, ha incluido la relación
con las fuerzas armadas y de orden y seguridad. El adecuado financiamiento de
sus operaciones, y el control estricto y la rendición de cuentas, para evitar
irregularidades.
Del nuevo ordenamiento
constitucional, deberá derivarse en lo sucesivo una profunda revisión de los
estatutos jurídicos de los institutos armados. Estos son imprescindibles para
nuestro desarrollo como país y como región, pero con una concepción moderna de
su rol, que facilite el libre y ágil
desarrollo de la actividad económica.
Ernesto
Sepúlveda Tornero
Punta
Arenas, Lunes 17 de febrero de 2020.-
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