Este domingo, terminó la inédita elección de
gobernadores regionales. La autoridad que, por primera vez en nuestra historia
republicana, va a dirigir los destinos de cada territorio del país. Una nueva
jornada de votaciones, ejemplar, desde el punto de vista del procedimiento, y
del control impecable de nuestro Servicio Electoral. Creo que es y debe ser un
motivo de orgullo para todo Chile, que da prueba una vez más de su eficiencia y
transparencia. Lo que no tiene nada de ejemplar, es la magra participación
ciudadana. Concurrieron a votar una cifra cercana a los 2 millones y medio electores.
Considerando que se votaba en 13 regiones del país, el padrón involucraba a unos 13 millones de
personas, los votantes no alcanzan al 20% del padrón. Un dato que debe poner en el tapete, la
reposición del voto obligatorio. Es un compromiso que las precandidaturas
presidenciales, debieran asumir. Que más personas tomen las decisiones y no menos.
Con
los resultados de este domingo, se instala un nuevo escenario político. Es la
ratificación de que los vecinos y vecinas, los pobladores de cada territorio
del país, ha optado por candidatos de la centro izquierda, para dirigir las
gobernaciones regionales. De las 16 regiones del país, 13 regiones eligieron a
candidatos (as), del pacto Unidad constituyente, y dos del pacto FA/PC. Sólo
una región, la región de la Araucanía será dirigida por un gobernador de los
partidos de derecha.
La
elección del gobernador metropolitano, que el centralismo enfermizo, transformó
en el foco de todos los medios, finalmente terminó con el triunfo del candidato
Orrego de Unidad constituyente, militante DC.
El partido de la falange, dado
por muerto, por los sectores extremos, conquistó 4 de las gobernaciones
regionales. La campaña metropolitana concentró los esfuerzos de todas las
figuras mediáticas de ambos patos, gran despliegue en medios tradicionales y en
redes sociales. Lo que no puede dejar de
mencionarse, es la agresividad, las descalificaciones, e incluso las mentiras,
usados como elemento de campaña. Un discurso que apelaba a incitar el
resentimiento, no se abandonó, ni siquiera en el discurso de despedida de la
candidata derrotada. Expresiones que apelan al origen social, a las condiciones
económicas, instalan en la discusión pública una dinámica de enfrentamiento.
La exacerbación de las
diferencias, la apelación a argumentos propios de la dinámica política de los
años 60’, es un recurso al cual ha recurrido un sector de la izquierda. Y la ciudadanía
lo ha rechazado. El resultado de la elección, fue un rotundo apoyo a quienes
encarnan el proyecto de la centro izquierda. La población de las regiones del
país, están por realizar las transformaciones sociales, que Chile necesita,
pero con estabilidad. La derecha también fue derrotada con claridad.
El
tiempo que viene, es de mucha responsabilidad. Los tiempos no son para el
triunfalismo, el fantasma del populismo anda suelto, y muchas personas han caído
fácilmente, en sus discursos altisonantes. La construcción de una alternativa
de gobierno, que ofrecer al país, requiere generar unidad de las fuerzas progresistas.
Unidad con contenido. Unidad de forma y de fondo. El proyecto que transformó
Chile en los 90’ y en los 2000, y que puede volver a transformarlo, es la
centro izquierda. Debemos trabajar
denodadamente por aliviar los dolores y el sufrimiento actual de nuestro
pueblo. Eso se hace promoviendo y aprobando las iniciativas legales, que establecen
beneficios para sectores vulnerables y pymes. Al mismo tiempo, debemos hacernos
cargo, del llamado de los electores de Chile. Debemos generar la instancia
democrática y participativa, que decida la candidatura presidencial, que va a encabezar,
nuestro proyecto político, social y económico. Esa instancia es una primaria convencional,
que se vote en cada localidad del país.
En
este momento de victoria de las fuerzas progresistas, celebrar con tranquilidad,
dar el beso a los hijos, y ya mañana, levantarse con renovado brío, a hacer lo
que hay que hacer.
Ernesto Sepúlveda Tornero
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