Transcurridos
más de 45 días desde el llamado “Estallido social” del 18 de octubre, nuestro
país ha vivido las jornadas de movilización mas masivas, desde el triunfo del
NO en el plebiscito de 1988. Se han escrito páginas y páginas de sesudos
análisis, tratando de explicar lo sucedido. Algunos incluso, sin vergüenza ni
pudor, han señalado que el estallido lo habrían advertido hace mucho tiempo.
Sea como
fuere, el hecho es que las masivas y pacíficas marchas, de las primeras
semanas, han sido opacadas por episodios de violencia y destrucción, nunca
antes vista en democracia. El actuar policíaco, sobre exigido por las
movilizaciones permanentes y continuas, también ha dado paso, a prácticas represivas
con daño grave a las personas. En una discusión sin fin, entre interlocutores
que no se escuchan, se han cruzado en estos 45 días, las acusaciones de saqueos
y vandalismo, con las acusaciones de graves violaciones de los DDHH por la
fuerza pública.
Chile está
herido en lo más profundo de su alma. La desconfianza y el descrédito hacia toda
figura de autoridad, ha saboteado los intentos de gobierno y parlamento, por
resolver la crisis.
Las
acusaciones de traición, están a la orden del día. Sucede con esas añejas
figuras concertacionistas, que aparecen en mitad de la tormenta. Ellos
advierten que ya lo habían advertido. Que hay que temer, hay que tener cuidado.
Pero también
se acusa traición en los nuevos grupos de izquierda que colonizan el
parlamento. A la postura de un prudente y razonable diputado Gabriel Boric, se la trata
como anatema. Como si hubiese traicionado secretos juramentos, se lo suspende
del partido que ayudó a formar.
En medio de
una situación caótica en las principales ciudades del país, aún hoy día, surgen
voces del pasado, añorando rebeliones populares que no fueron, o focos
revolucionarios, que tampoco fueron. Con una olímpica indiferencia por las “condiciones
objetivas” de nuestro pueblo, ya anuncia, poco menos que el “asalto al palacio de invierno”.
No existen
liderazgos convocantes, legitimados, que puedan interpretar los anhelos y
esperanzas de las grandes masas de asalariados. Lo que hay es cúpulas
sindicales, sin autonomía de los partidos políticos, que reproducen la cuenta
de la comisión política, sin titubear. Si la representatividad de los
parlamentarios está en entredicho, así como sus múltiples beneficios
pecuniarios, no debe olvidarse que también en la cúpula sindical, se dan los
mismos vicios. Dirigentes permanentes o perpetuos, casi vitalicios, como si no
existiera trabajadores más capacitados, más jóvenes.
Nuestro país
requiere con urgencia retomar la normalidad. Sí, esa palabra, que los más
relamidos y políticamente correctos, hoy no dicen. Necesitamos que cuando una
trabajadora se pare en el paradero, a esperar el bus a las 7,00 AM, el bus
pase. Y ella pueda llegar segura a su trabajo. Necesitamos que la
infraestructura urbana, este funcionando, paraderos de buses, semáforos,
estaciones de tren y de metro.
Los
trabajadores y trabajadoras de Chile, quieren mejorar sus condiciones de
trabajo t remuneración. Eso no significa que quieran asumir la gestión de la
empresa, ni mucho menos que a empresa cierre o quiebre.
Cuando dices
que para que Chile mejore, necesitamos paz, de inmediato te tildan de facho o
momio. Si dices que deben cesar las graves violaciones a los DDHH, que han
cometido agentes del estado, te tildan de comunista.
De lo que se
trata es de que nos escuchemos entre nosotros. No el que está incendiando un
supermercado o rompiendo un semáforo, porque es un delincuente que debe
responder ante la justicia. Nosotros, los que queremos que el país progrese,
para todos, que crezca para todos.
Por vez
primera en la historia de nuestra República, avanzamos hacia un momento en que
todas las voces serán escuchadas. Con
toda seguridad una nueva constitución, elaborada en una convención o asamblea
constituyente, no resolverá todos los problemas del país. Ni siquiera dará
solución a los problemas mas urgentes. Pero sentará las bases de una nueva
forma de convivencia, una nueva forma de relacionarnos, y una nueva forma de
distribución del poder.
Tenemos antes
de eso, muchísimo que hacer, concretar una agenda social de verdad, una que
vaya más allá de los 0,4 puntos del PIB, que representa la agenda presentada
por el gobierno. No llegaremos a financiar ni a concretar en este gobierno, la
totalidad de las propuestas sociales, a juicio de los economistas, representa
un gasto cercano a 4 puntos del PIB. Simplemente no puede financiarse.
Don Ricardo
French Davis, conocido economista, proponía esta semana, aumentar el royalty a proyectos nuevos, con
parámetros similares a Canadá o Australia. Modificar el impuesto a la herencia,
que hoy recauda muy poco. Y en el mediano plazo una nueva reforma tributaria.
Podemos hacer
todo eso, y mucho más, pero necesitamos volver a producir, para evitar se sigan
destruyendo empleos. Los trabajadores del sector privado, no pueden ir a
marchas en horario de trabajo, porque son despedidos, si faltan se les
descuenta. Esos trabajadores, que son los que perciben las rentas mas
miserables en nuestra patria, necesitan nuestro respeto y apoyo. Debemos
generar las condiciones de paz y normalidad que nos permita, reconstruir
nuestras ciudades, nuestras escuelas y liceos, los almacenes, las tiendas, las
farmacias.
Chile espera más de nosotros, espera que
alcemos la voz, somos gente de paz, no queremos mas muertos, heridos o cegados.
Tampoco queremos más incendios en hoteles, iglesias o supermercados.
En el mundo cristiano iniciamos el
tiempo de espera, que concluirá en navidad. Demos a nuestros niños una fiesta
especial este año. Que no sean los objetos ni las cosas materiales, el centro
en nuestros hogares. Valoremos la paz en la que vivimos, apreciemos ese regalo
que nos llena el corazón de buenos sentimientos.
Desterremos el odio y el
resentimiento, y miremos el futuro con alegría y esperanza.
Soy Ernesto
Sepúlveda, en “Crónicas de la patagonia”
Lunes 2 de
diciembre de 2019.
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