Cuando en Chile superamos ya los 100 días, desde el inicio
de las manifestaciones sociales. No se vislumbra aún, cuando concluirá la
faceta callejera de la movilización. Como un invitado indeseado, el vandalismo,
la destrucción y la violencia, se ha colado en cada manifestación, de Arica a
Punta Arenas. El gobierno, largamente superado por las circunstancias
históricas que le tocó vivir, no ha sabido equilibrar la necesaria respuesta,
la canalización de las demandas sociales. Con la ineludible actuación
disuasiva, para la conservación del orden público.
A estas alturas, el deseo de paz y la estabilidad, es opinión mayoritaria
de la ciudadanía, reflejado en la encuesta CEP de diciembre. Sólo sectores muy
extremos de lado y lado del espectro político, se benefician con este orden de
cosas. La existencia de focos de violencia y destrucción, aunque acotados, han
sido persistentes, y si bien el rechazo es mayoritario. No es unánime. Aun hoy
en día, existen sectores políticos entusiasmados por el desorden callejero. Lo comentó
con la brillantez de costumbre, el profesor Squella. Refiriéndose a las
personas de edad bastante mayor, que aplauden emocionados los cortes de calles,
y las tomas de liceos. “Pretenden que otros hagan la revolución, que ellos no
hicieron en su juventud”.
El fenómeno social que está experimentando nuestro país, no
es ni nuevo, ni único. En Estados Unidos, en España, en Francia, a propósito
del estallido de la burbuja inmobiliaria de 2008, surgieron movimientos de “indignados”:
Ellos ocuparon plazas y otros espacios
públicos, reclamando por el salvataje público, de los especuladores
financieros.
El origen del problema, está en la economía. Hoy en día,
cuando se cumplen dos décadas de un nuevo siglo. Cuando indiscutidamente, el
sistema de libre mercado, domina la economía mundial. Desde el propio seno del
sistema capitalista, nos llegan voces que advierten que el crecimiento no será
eterno. Que no se puede seguir la dinámica de crear riqueza y distribuir
utilidades, sin considerar los impactos sociales, medioambientales, y el riesgo
para la propia sobrevivencia de la especie humana.
Los capitanes del mundo financiero, se reunen año a año en
el World Economic Forum (Foro Económico Mundial). Esta entidad fue fundada en
1971 por el profesor, ingeniero y economista Klaus Schwab, quien la dirige como su presidente ejecutivo.
La particularidad que tiene este organismo, es que se funda en la denominada “Teoría
de las partes interesadas”. Según ésta, una organización es responsable ante
todos los sectores de la sociedad. El Foro económico mundial sostiene que el
progreso, “Ocurre al reunir personas de todos los ámbitos de la vida que tienen
el impulso y la influencia para hacer un cambio positivo”. La gestión de una
empresa moderna debe servir no solo a los accionistas sino a todos los
interesados.
En la convocatoria al Foro de este año, Klaus Schwab, elaboró el “Manifiesto de Davos”,
donde sintetiza unas normas de conducta
que debieran seguir las empresas e instituciones, para pasar de un capitalismo
de accionistas, a un capitalismo de” partes interesadas”.
Un aspecto central del Manifiesto, es el que se refiere al
rol de la empresa “Una empresa es algo más que una unidad económica
generadora de riqueza. Atiende a las aspiraciones humanas y sociales en el
marco del sistema social en su conjunto. El rendimiento no debe medirse tan
solo como los beneficios de los accionistas, sino también en relación con el
cumplimiento de los objetivos ambientales, sociales”.
Cuando en
Chile, estamos ad portas de iniciar las votaciones donde decidiremos sobre
tener o no una nueva constitución. Debemos considerar la notable coincidencia,
en la reflexión que se hace en el mundo desarrollado, con la que podemos hacer
acá sobre el origen del problema económico. La necesidad de modificar las bases
del orden público económico, consagrado en la constitución de 1980, es
ineludible. No significa esto que se establecerá un cambio hacia el estatismo,
o poco menos que a una economía central planificada. Por el contrario, dentro
del mismo sistema capitalista, deberán modificarse las condiciones de trato
entre shareholders y stakeholders. Entre accionistas y partes interesadas. Parte
fundamental de las razones que han llevado a la gente a volcarse a las calles,
dicen relación con el funcionamiento defectuoso de sistema económico. Esto
debido a distorsiones y vicios, como la colusión, los monopolios, la escasa
competencia, la baja tributación debido a elusiones y exenciones. La debilidad
de los instrumentos de redistribución.
El foro económico mundial, ilustra qué pasos
debieran adoptar las empresas y los gobiernos, para avanzar hacia un sistema
empresarial, más consciente del impacto social y medioambiental, de las
decisiones económicas. Y de la necesidad de equilibrar la necesaria
gratificación a los accionistas, con la
retribución a las partes interesadas.
Para adentrarnos en estas discusiones de contenido
de un nuevo pacto social, es ineludible, e imprescindible, terminar con el
vandalismo, los desmanes, y la alteración del funcionamiento normal de ciudades
y trabajos. Sin el retorno de la paz y la estabilidad, no es posible suscribir
pacto, ni realizar negociación alguna.
Lo tarea que tenemos por delante, es demasiado
importante, como para decidirla en medio
de calles asoladas, y negocios vandalizados. La paz es conditio sine quanon, para
cualquier futuro.
Ernesto Sepúlveda Tornero
Punta Arenas, Lunes 27 de enero de 2020.-