Amigos y
amigas, la semana que pasó, quedó marcada por los resultados de las primarias
presidenciales en Argentina. El presidente Macri, candidato a la re elección,
representando a la derecha, se medía con una dupla integrada por Alberto
Fernández ex ministro de estado, y la ex presidenta Cristina Fernández. La
famosa señora K.
En una
campaña furibunda el gobierno trató de demoler pieza por pieza el entramado de
poder, amasado por décadas de gobiernos peronistas. Con grandes y mediáticas
investigaciones a miembros de la familia Kirchner, y miembros de su gabinete,
por bullados casos de corrupción. Las elecciones primarias fueron, como era de
esperar, una evaluación a la marca económica de la que fuera una de las mas
importantes potencias de América del Sur.
Argentina
vive con la recesión a la vuelta de la esquina, la inflación disparada, y permanente
riesgo de default, ante las leoninas condiciones fijadas por el FMI. Entre los
requisitos para aprobar el último “salvataje”, mediante multimillonarios
créditos, es aplicar ajuste severo en las cuentas fiscales, reducción del gasto
y del aparato público. En alguna medida el presidente Macri, intentó cumplir
estas condiciones, pero los resultados no le acompañaron.
No sólo el
desempleo ha aumentado en estos 4 años de Macri, las imágenes de personas en la
absoluta pobreza, extrayendo cosas de la basura, se han hecho frecuentes. La
población argentina acostumbrada a un buen pasar, o aun pasar tranquilo, está
sumida en las deudas, vendiendo bienes para poder sobrevivir.
Varios
analistas explicaron la diferencia de más de 15 puntos entre Alberto Fernández
el candidato a presidente de la alianza peronista, y el presidente Macri, con
una errada estrategia del gobierno, donde se trató de radicalizar el
enfrentamiento ideológico con el peronismo. Pero no se puede hacer filosofía
con la panza vacía.
Después de
las primarias, vino la debacle de la bolsa de valores argentina, con una caída
histórica. Sumada a la caída de los ADR de las empresas argentinas que se
tranzan en la bolsa de Nueva York. El dólar disparado, los capitales huyendo al
exterior. Una pésima noticia para los
trabajadores argentinos, pero también para los trabajadores chilenos.
En este
escenario de virtual catástrofe, lamentablemente, pudo más el ideologismo del
presidente Macri, que el deseo de dar tranquilidad al mercado. La misma noche
de la primaria, salió a culpar a los electores, e incluso a responsabilizar de
los resultados económicos, al futuro gobierno. Anticipando de algún modo, una
eventual triunfo peronista en octubre.
Al día
siguiente tuvo que salir a rectificar, atribuyendo sus palabras al cansancio,
por no haber dormido, y a su sentimiento por la derrota.
A los
pocos días, lanza un plan de gasto social, congelando precios, repartiendo
bonos, con miras a recuperar apoyo popular. Un giro en 180 grados en la
política económica que siguió estos 4 años. Las formulas que se criticaron
acidamente al peronismo, se volvieron a aplicar, y con un plazo claro y
evidente, rigen hasta el mes siguiente a las elecciones presidenciales.
Hay muchas
lecciones para Chile en estos eventos. También acá se ha diseñado una estrategia
de demolición de la obra de los gobiernos anteriores de centro izquierda.
También acá se hizo campaña presidencial, y antes de eso, se hizo oposición
política, criticando el manejo económico del gobierno de la presidenta
Bachelet. Se debilitó la confianza en la marcha de la economía, se inventó el mote
de “Chilezuela”. Se prometió el oro y el moro.
Y al igual
que en Argentina, ni en crecimiento
económico, ni en desempleo, el gobierno ha tenido el resultado esperado.
Es motivo
para contentarse? Nadie ni por fanático que sea, debiera alegrarse porque los
resultados económicos son malos. Cuando se pierden empleos, el tejido social se
resiente, se afecta a la pequeña economía, la economía doméstica. La del
barrio, la del pequeño comercio. Y cuando los resultados son deplorables como
en el caso argentino, hasta sus vecinos de la Patagonia lo sentimos.
Ya no
vemos los tour de compras de nuestros hermanos del otro lado del alambre. La
baja de ventas en zona franca y en el Mall de Punta Arenas, son innegables, y
producen perdidas concretas y palpables. Ni siquiera hay que ir a la bolsa,
para comprobarlo.
Lamentamos
mucho la situación argentina. Y discrepamos con fuerza, de quienes usan el
hambre o la cesantía como argumentos de campaña, sea en un sentido o en el
otro. Nadie tiene clavada la rueda de la economía, y el éxito de las
comunidades y de los países, pasa por entender que nos necesitamos todos.
No sólo el
capital interesa para mover la economía, quienes creen que por la sola llegada
de capitales, a economía comienza a repuntar, olvidan que esta no es una
ciencia exacta. Está influida fuertemente por percepciones, por visiones
subjetivas, por opiniones. Y si estas percepciones y visiones subjetivas, son
manipuladas por discursos populistas, por discursos falaces y por fake news, da
lo mismo quien gane las elecciones. Recuperar la confianza de los actores
sociales económicos, lleva más de un
período presidencial.
No somos
peronistas, sino críticos de su conducción política y económica. No es
extrapolable a Chile el fenómeno del peronismo. Pero si los hermanos argentinos
optan por ese camino, tienen y tendrán en Chile, el apoyo que corresponda, para
que retomen la senda del progreso social y económico.
Nosotros
tenemos un gran desafío. Sin unidad no hay alternativa posible a la derecha.
Sin racionalidad política y económica, no hay alternativa posible para el
desarrollo de Chile.
Y el
desarrollo de Chile, es una tarea y una misión de todos, no sólo del gobierno
de turno.
Amigas y
amigos, soy Ernesto Sepúlveda, deseando que Argentina deje atrás la
polarización y retome los caminos del encuentro.
Punta
Arenas, lunes 19 de agosto 2019.-