A
fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, impulsado por los grandes inventos y
adelantos tecnológicos, que trajo consigo la revolución industrial, se produce
un incremento sin parangón de la producción industrial. Tareas efectuadas con
gran esfuerzo por las manos de los trabajadores, fueron sustituidas
aceleradamente, por la introducción de máquinas.
La demanda de productos
manufacturados, no pudo ser satisfecha por los métodos tradicionales, y existió
una presión constante por descubrir nuevas formas, y realizar nuevos inventos. En
1701, Jethro Tull, crea la máquina sembradora; En 1709, Abraham Derby realiza
la fusión de hierro con Carbón; En 1712, Thomas Newcomen, crea la bomba de
vapor; En 1732, Michael Mensies, crea la máquina Trilladora; En 1733, Jhon Kay,
crea la Lanzadera volante; En 1768, James Hargraves, rea la máquina de hilar;
En 1769, James Watt, crea la máquina de vapor; En 1774, John Wilkinson, crea el
taladro de cañón perforador; En 1777, James Sharp, crea la máquina aventadora;
En 1784, Henry Cort crea el hierro
laminado; en 1785 Claude Louis
Berthollet, creó el blanqueado a cloro; En 1787, Edmund Cartwright creó el telar
mecánico; En 1793, Ely Whitney creó la desmontadora de algodón: En 1800, Henry
Maudslay, realizó el perfeccionamiento del torno.
El
aumento de la producción fabril, sólo seguía al aumento continuo de la demanda.
El límite de la capacidad humana, se había superado gracias a los nuevos
inventos y nuevas tecnologías. La total libertad de contratación, y ausencia de
restricciones legales, multiplicaron los turnos de trabajo, no solo para hombres
y mujeres adultos, sino también para niños de escasos años.
El
“Maquinismo”, que buscaba suplir las limitaciones
físicas del hombre, con máquinas que aumentaran la producción ilimitadamente, dio lugar a un
movimiento de los trabajadores denominado “Ludismo”, que pretendía oponerse a
las máquinas, por atentar contra las fuentes de trabajo. La máquina a vapor
podía reemplazar la capacidad de trabajo de decenas de obreros.
Los
siglos XIX y XX, reprodujeron a tendencia iniciada con la revolución industrial,
de buscar nuevas formas de producción, uso de nuevas fuentes de energía, nuevos
inventos y nuevas tecnologías, para aumentar aún más la producción industrial.
Normativas laborales y regulaciones medioambientales, surgidas al cabo de un
siglo de organización de los trabajadores y los consumidores. paulatinamente hicieron mas caro,
producir en casa. Numerosas empresas, y luego consorcios industriales
transnacionales, trasladaron sus fábricas y usinas, a países en vías de desarrollo.
El bajo costo de la mano de obra y la desregulación ambiental, permitió
incrementar la tasa de ganancia.
La
globalización como un fenómeno, de expansión del capitalismo por todo el orbe,
llevó aparejada una explosión de adelantos tecnológicos, y una revolución en las
comunicaciones, que nos tiene en medio de una cuarta revolución industrial. Las
comunicaciones en tiempo real, la Internet de las cosas, y cada vez más la
Inteligencia artificial, ponen en duda la estrategia de desarrollo, de los
países emergentes.
El
impacto global de la pandemia del Covid19, ha tensionado la capacidad de los
países, para suplir las necesidades de su población, con la economía
prácticamente detenida. El desarrollo científico y tecnológico, es lo que hace
la diferencia hoy día, en la mejor o más rápida respuesta técnica a la crisis
sanitaria. En los países emergentes, entre los que se encuentra Chile, desde
el punto de vista social, los trabajadores se encuentran inermes ante el tamaño
de la crisis económica que se avecina.
Existe
una fuerte presión por generar ingresos,
de los trabajadores y sus familias, en un contexto de vastos sectores de la
economía, con prohibición de funcionamiento, industrias cerradas, o territorios en cuarentena. Una fórmula que
surgió como una alternativa, para continuar operando en algunos sectores, fue el
tele trabajo. Entendido como aquel que se puede efectuar a través de medios
tecnológicos, plataformas on line, o las propias páginas web de las empresas,
cuando estas existen.
Existía
desde el 2017, un proyecto de ley iniciado por moción parlamentaria pare
regular en Chile, el tele trabajo o trabajo a distancia. La inflexibilidad de la
cúpula sindical, y la miopía de algunos partidos políticos, impidió su
aprobación en tiempos normales. Sólo pudo aprobarse a raíz de la crisis del
Coronavirus.
El
trabajo a distancia existe prácticamente en todo el mundo desarrollado. Poder
prestar servicios desde el propio hogar del trabajador, o de un lugar
libremente elegido por él. Gracias a las modernas tecnologías de comunicación,
hoy es una realidad en Chile. El temor de la cúpula sindical, se parece mucho
al “Ludismo”, aquél movimiento que se oponía a la introducción de máquinas en
la producción industrial.
La
tardanza que nos tomamos como país para desarrollar la red de fibra óptica, la ausencia
de políticas educacionales y laborales que promovieran el uso de las
plataformas on line, nos tiene ahora, tratando de recuperar el tiempo perdido
en medio de la crisis.
Este
fenómeno de la sustitución de la presencia física del trabajador, en una
oficina, o empresa, no tiene vuelta atrás. Políticos y cúpulas sindicales,
serán desplazados por millones de personas, que podrán hacer su trabajo, en
menos tiempo, y sin necesidad de salir de su hogar. Eso abre un mundo de posibilidades,
para incrementar la participación laboral de mujeres y jóvenes. También se
abren nuevas perspectivas para personas de la tercera edad, o personas con
movilidad reducida, también para personas con habilidades diferentes.
El
estudio online, también tendrá un
impacto en nuestra sociedad. Lo que ayer se miraba con desconfianza, y como
sinónimo de mala calidad, o de carreras chantas, hoy será la regla. Apertura de
contenidos de universidades, bibliotecas, centros de estudios, canales de TV, y
otros, permiten hoy día, acceder a fuentes de investigación, a datos de
estudio, y a cultura, gratuitos y de calidad.
La
modernización del estado, ofrecida desde los años noventa, ahora debe ser una
realidad. Es una exigencia del presente, el contar con servicios públicos que
garanticen el acceso a todos los ciudadanos, con mayor razón en tiempos de
crisis. La plataforma de gobierno electrónico deberá fortalecerse, y la firma
electrónica masificarse, para reducir al mínimo las visitas personales a los
organismos públicos.
Esta
es una gran oportunidad para quienes habitamos en las regiones extremas.
Nuestra distancia del centro del país, podría devenir en una ventaja, cuando
finalmente las operadoras privadas de comunicaciones se conecten, a la red
pública de Fibra Óptica Austral. Contar con una super carretera virtual de alta
velocidad, es un herramienta que nos permitirá, traer conocimiento a la región, también producirlo acá, y enviarlo al mundo.
Vamos
a superar esta crisis, y lo haremos sin temores. Mirando las posibilidades de
crecimiento, de conocimiento y de superación. Nuevas formas de relacionarnos, nuevas
formas de trabajo, nuevas formas de estudio, son oportunidades, no barreras,
son desafíos, no obstáculos.
Miremos
con esperanza el futuro, porque por primera vez, lo enfrentamos todos juntos como habitantes de
la aldea global.
Ernesto Sepúlveda Tornero
No hay comentarios:
Publicar un comentario