Este fin
de semana, encontré en YouTube un programa “Informe especial”, sobre el período,
posterior al triunfo del NO. Una etapa cubierta por una nebulosa, que va desde
el 5 de octubre de 1988, hasta las elecciones presidenciales y parlamentarias
de diciembre de 1989. En ese período,
los representantes de la Concertación de partidos por la democracia (por ese entonces
integrada por 17 partidos), pactaron con las autoridades del régimen de
Pinochet. Fueron negociaciones que encabezó por el gobierno, el ministro, Carlos
Cáceres, economista, nombrado en reemplazo de Sergio Fernández. Este, era considerado
más duro, y había sido el jefe de campaña de la opción SI. Se debía dictar una
serie de disposiciones legales, y reglamentos para que pudieran realizarse las
elecciones libres y democráticas, por primera vez en 19 años.
Visto
en retrospectiva, este período de nuestra historia, parece ahora mucho menos
heroico y patriótico, que lo que les pareció a sus protagonistas en aquel
tiempo. Sin embargo, el realismo político debió primar, ya que se estaba en un
proceso inédito, en que un dictador era sacado del poder a través de sus
propias reglas. La victoria del 5 de octubre, dejó un sabor de dulce y agraz,
ya que quienes votaron para que el tirano continuara gobernando, 8 años más,
sumaron el 44% de los votos. La transición a la democracia, se iniciaba con un
país dividido en dos.
En
diciembre de 1989, la Concertación ganó las elecciones presidenciales. Fueron
cuatro elecciones sucesivas. Un período de veinte años consecutivos, Chile
vivió el período de mayor estabilidad social, política y económica. Ninguna de
las predicciones que hicieron los partidarios del dictador se cumplieron. No
hubo caos, no nos transformamos en una dictadura comunista. Se respetó los
derechos humanos y la libertad económica. Sin embargo, la herencia del pasado
autoritario, permaneció presente por muchos años. Los senadores designados, la inamovilidad
de los comandantes en jefe de las FFAA, y del general director de Carabineros.
El sistema electoral binominal, fue lo último que pudo reformarse, para la
elección de 2017.
La
alternancia en el poder, vino a consolidar el sistema democrático chileno, en
dos ocasiones en 2013 y 2017, un candidato de derecha, ganó las elecciones
presidenciales. El traspaso del poder se
produjo en paz, y las instituciones de la república continuaron funcionando.
Pero,
había un malestar latente, una desafección con la política, que se acrecentó
con el voto voluntario. Menos de un 40% del electorado participa hoy en los procesos
electorales. Las expresiones de
descontento social, el reclamo persistente en contra de la desigualdad, la
incapacidad de las instituciones democrática de canalizar, estas demandas. Son
algunas de las razones del denominado “estallido social” de octubre de 2019.
Nos
vemos hoy, en medio de un proceso inédito en nuestra historia. Las
multitudinarias movilizaciones sociales, sobrepasaron la institucionalidad política,
gobierno, parlamento. El oficialismo y los opositores, se vieron obligados a
tramitar de apuro, una reforma a la constitución del 80’, que permitiera la
realización de un plebiscito, para decidir el cambio de la constitución y el
mecanismo. Y así, en menos de 60 días, viviremos en Chile una instancia
histórica. Podremos votar por reemplazar a la constitución de 1980, por una constitución
nacida íntegramente nacida en democracia.
La
historia nos da la oportunidad de sanar las heridas del pasado. Nos da la
oportunidad de decidir en paz, nuestro destino como sociedad. Ningún sector político
tiene en Chile, la capacidad ni el apoyo popular, para imponer por sí sólo un
nuevo modelo de sociedad. Se equivocan quienes creen que se establecerá un
sistema de economía central planificado, quienes creen que se va a conculcar el
derecho de propiedad. No se impondrá ni un modelo chavista ni pro cubano. No
hay que temer tampoco, que los nostálgicos del autoritarismo logren imponer de
vuelta, normas que limiten las libertades, o restrinjan derechos sociales.
Estamos
llamados a asumir nuestra responsabilidad. Partidarios del apruebo y del
rechazo, a la nueva constitución, tiene por igual, el derecho, y el deber de
votar informados. Sin discursos del terror, sin noticias falsas. Debemos asumir
que nuestro país, es diverso en el plano social, cultural y político, y nuestra
carta magna, debe reflejar esta amalgama.
Treinta
y dos años después del plebiscito del 5 de octubre, que abrió el paso a la
libertad y a la democracia, de la que hemos gozado hasta ahora. Estamos
llamados a volver a las urnas. Tal como
dijimos el año 1988, sin odio, sin violencia, el 25 de octubre diremos apruebo
y convención constitucional.
Con
esperanzas y con anhelos de paz, de entendimiento, para que seamos todos sin
distinción en nuestra patria, dueños de nuestro propio destino.
Ernesto Sepúlveda Tornero
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