Esta palabra, resiliencia, que puede parecer propia de tipos presumidos, que les gusta hablar en difícil para parecer muy instruidos. Nos permite introducir nuestro comentario de esta semana. Según el diccionario de la Real Academia Española.
“Resiliencia, deriva del latin resiliens, siendo resilīre 'saltar hacia atrás,
rebotar', 'replegarse'.
1. f. Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente
perturbador o un estado o situación adversos.
2. f. Capacidad de un material, mecanismo o sistema para
recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la
que había estado sometido.
Esto
para explicar lo que yo creo nos caracteriza en Chile, y en especial en
Magallanes. Esa capacidad inagotable de volver a pararse, de volver a nuestro
estado inicial. Es lo que hemos estado haciendo desde siempre. Los habitantes
de nuestro territorio ya estaban aquí a la llegada de los españoles. Siguieron
estando por mucho tiempo más, pese a todo. Ningún proceso de conquista es
pacífico, ni la relación con los pueblos conquistados es idílica. No pretendo
aquí hacer la síntesis de la experiencia española en América. Los pueblos
originarios, fueron diezmados por la guerra, y las enfermedades que portaban
los europeos. Pero una parte de ellos subsistió para preservar su cultura, sus
costumbres. La unión con los colonos españoles primero, y luego con colonos de
otras nacionalidades, forjó una nación. La mezcla de orígenes étnicos (de razas
se decía antes), nos ha dejado entre otras muchas virtudes, la lengua. El
idioma español, es una de las lenguas más ricas existentes. Y ha sido en América
donde hemos creado y recreado, sobre la raíz latina, múltiples palabras, que de
algún modo, han terminado creando un nuevo ser. Un sabio filósofo dijo que el
lenguaje crea realidad. Y nosotros con nuestras palabras hemos creado un
continente.
Los europeos
trajeron también su religión a los territorios conquistados, y esa herencia
persiste hasta nuestros días, cuando estamos por conmemorar 500 años desde la primera
eucaristía celebrada en Magallanes.
En esta tierra, un territorio agreste, recorrido
originalmente, sólo por los primeros pueblos, nómades, cazadores recolectores. También
se vivió un encuentro trágico con los primeros colonos. La extinción de parte importante
de esos pueblos, ha sido el saldo que avergüenza de la historia inicial de la Patagonia.
Pero historias de resiliencia, de ponerse de nuevo de pie, se vivieron también en
nuestras gélidas tierras. Con luces y sombras, como toda creación humana. La formación
de nuestra tierra de Magallanes, fue hecha a pulso, con esfuerzo y sacrificio
de generaciones completas de chilotes y migrantes europeos. Se superaron
incendios, nevazones de antología, alzamientos armados, y lo principal, se aprendió
a convivir con una naturaleza salvaje, que no perdona errores. La distancia con
el centro del país, fue compensada con ingenio, con previsión, con ahorro.
También con osadía, con audacia.
Son muchos los atributos, las cualidades de nuestra
gente de Magallanes. Por ello que debemos apelar a esa característica propia de
la gente de Magallanes, de la gente pionera, resiliente, que vuelve a
levantarse, vuelve a ponerse de pie. Si hemos tenido que estar encerrados como
en una prisión, bajo cuatro paredes, sin poder recorrer nuestros hermosos
campos y bosques, si no hemos podido disfrutar de los ríos y lagunas. Debemos
volver a esa raíz original de nuestro carácter único, de nuestra fortaleza.
Debemos recargarnos, en nuestra fuente esencial de energía. La del amor por la
familia, el apego por los nuestros. Es la única forma amigos y amigas, que
venzamos el mayor desafío de nuestras vidas, vencer la pandemia. Sólo nosotros,
los habitantes de este territorio lo podremos hacer, dependemos de nosotros
mismos. Cuidémonos unos a otros, hagamos el último esfuerzo por reducir los
contagios. Podemos hacerlo, así como hemos superado grandes dificultades en
nuestra historia. Con confianza en
nuestras capacidades, esperanza renovada, y fe en el Creador, lo lograremos.
Ernesto Sepúlveda Tornero
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