Cuando
este 2021, recién comienza, ya los eventos sucedidos dan para escribir un libro.
Me refiero a los hechos ocurridos el miércoles 6 de enero en Washington DC,
Estados Unidos. Seguramente muchos o casi todos pudieron ver, imágenes de TV inusuales
en ese país. Una turba de seguidores de Donald Trump. Irrumpiendo por la fuerza
en el Capitolio, la sede del poder legislativo, del país más poderoso del planeta.
Indagando un poco, pude saber que ese
día miércoles, el presidente Trump, había convocado a sus partidarios, a un
encuentro frente a la Casa Blanca. Evento denominado “Marcha para salvar
Estados Unidos”. El encuentro se desarrolló en el parque elipse al sur de la
Casa Blanca. Muchos después los medios reportarían, que fueron miles los que se
movilizaron desde distintos estados. Por avión y por tren principalmente. Un
evento de este tipo, en principio no tiene nada de particular, en políticos que
desean despedirse de sus adherentes después de una derrota. Sin embargo, el día
fue elegido por una razón particular. Ese mismo día miércoles 6 de enero, en esa
misma ciudad, se realizaba un acto trascendental. En el Capitolio, el congreso
de los Estados Unidos, votaba para validar los resultados de las elecciones.
Una facción republicana, había presentado una moción para anular los resultados
de las elecciones.
La
moción en cuestión, insistía en loas mismas acusaciones sin fundamento, que
habían sido rechazadas en cada estado donde fueron presentadas, y desechadas en
la Corte Suprema. En semanas anteriores,
el propio Trump, según dan cuenta los medios. Contactó a encargados electorales,
e incluso a gobernadores, para que le “Consigan 11 mil votos que le faltaban”. Un total y completo despropósito. Según un
testigo de los hechos, el cronista para New York Times y el Washington Post,
Peter Baker, el presidente Trump, en el discurso a sus seguidores. Reiteró su
victoria en las elecciones, e insistió en que había un fraude en curso. “Nunca
nos rendiremos”, “Nunca cederemos. Eso no pasará. No se concede cuando se trata
de un robo. Nuestro país ya ha tenido suficiente. No lo soportaremos más, y de
eso se trata todo esto”. Después de
incitar a sus partidarios, estos marcharon en masa al Capítolio.
La violencia desplegada por la turba, es
algo inédito en la historia de los Estados Unidos, remontándose al ataque y
toma del Capitolio por los ingleses en 1814, un evento similar. La votación del
congreso fue interrumpida a las 2,15 PM, seguridad debió evacuar al vicepresidente
Mike Pence, que se encontraba en ese momento en el Senado. Los demás
congresistas, se atrincheraron en sus oficinas. Mientras la turba quedaba momentáneamente
en control de las salas de sesiones de ambas cámaras. Las escenas donde la
turba trató de ingresar por la fuerza donde estaban los congresistas,
terminaron con el disparo que debió efectuar la policía del Capitolio.
Con
lo que no contaba Trump, es que esta acción criminal y golpista, produjo un
efecto contrario. Importantes liderazgos del partido republicano en el congreso,
rechazaron enérgicamente el ataque sedicioso. Frases como “Es contrario a la democracia”,
“Es una vergüenza”, “Esto no es lo que somos como país”. Sus propios asesores
de la Casa Blanca, empezaron a renunciar, para no ser arrastrados en la locura
en curso. Lo mas significativo fue que tanto el Vice presidente Mike Pence como
el líder republicano Mitch McConnel, rechazaron el intento por anular la
elección. De forma inusual, la alcaldesa de Washington, dispuso el toque de queda
desde las 18,00 hasta las 6,00 del día jueves La votación se retomó, pese a la
violencia, y a la gravedad de los hechos. Por decisión unánime de los
congresistas. Y al cabo de una jornada histórica, de madrugada terminó la
votación, que validó por amplia mayoría el resultado de las elecciones. Se
ratifica el triunfo de Joseph R. Biden como presidente y Kamala Harris como vice
presidenta de los Estados Unidos.
¿Cómo
puede explicarse que, en la democracia más antigua del mundo, suceda algo así?
Según cita el portal de BBC News mundo, en entrevista al profesor de gobernabilidad,
de la Universidad de Harvard Steven Levistky. “Este es un intento fallido de
autogolpe. Si lo comparamos con movimientos similares en Latinoamérica, este
fracasó porque ni contó con el apoyo de los militares”. Consultado sobre el
origen de esta violencia, el profesor Levitsky, señala “Donald Trump y muchos
líderes republicanos, han estado incitando, mintiendo a la base, diciendo los demócratas
están arruinando el país”, “Al perder la elección ellos continúan mintiendo,
desacreditando la legitimidad de la democracia”.
El
autogolpe fallido, según este estudioso de Harvard, encuentra su origen en la
propaganda, en el discurso incendiario, que machacó durante 5 años mentira,
tras mentira, para demoler a sus adversarios. El uso de las redes sociales para
difundir noticias falsas, para agredir u ofender a otros, fue llevado al
extremo. Ejércitos de bots, páginas controladas desde el extranjero, y un grupo
de partidarios, acérrimos. Medios de comunicación controlados por amigos o
socios de negocios. Una fórmula aplicada del mismo modo, también en estas
latitudes.
La
estrategia de Donald Trump fue un fracaso rotundo. No logró apabullar y anular
con sus mentiras, y su discurso insultante a Joe Biden. Como sí lo logró hacer
con Hillary Clinton en 2016. Esta vez, ni los millonarios recursos, ni las
acusaciones falsas, ni el discurso de odio le sirvieron. Fue derrotado por
amplia mayoría tanto en el número de electores, como en el voto popular. Además,
Joe Biden, conquista la mayoría en el senado y la mantiene en la cámara de representantes,
lo que no sucedía hace décadas.
¿Qué lecciones podemos
sacar, de todo esto? Lo que no deja como lección a los demócratas de todo el mundo,
es que en la democracia no hay que dar nada por descontado. El discurso está
constituido por palabras. Cuando el discurso político se construye en base, a
sentencias, “La gente no quiere más políticos”, “La gente no quiere a los
mismos de siempre”, “La gente no quiere
más viejos”, “La gente no quiere más extranjeros”. La gente no quiere más a
estos o aquellos. ¿La pregunta es quien decide lo que la gente quiere? Es un
community manager de una ONG, un partido político que invierte mucho en publicidad.
¿Será la figura con más like en Instagram? El youtuber con más suscriptores.? El discurso excluyente y prejuicioso se funda
en simples juicios de valor, en prejuicios, incluso en fobias.
De
seguro a cierto buenismo progre, no le gustará aparecer junto a los partidarios
de Donald Trump. No se ve bonito. Pero así no más se ven, cuando construyen si
discurso en base a descalificaciones, en prejuicios, o cuando no verifican informaciones
a todas luces falsas. Para la salud de nuestra democracia, hay que partir por
allí. Cuidar el lenguaje, tratarnos con
respeto, y debatir con argumentos. Y ya sabremos después, quien es del gusto de
“la gente”, cuando se cuenten los votos. Y respetar el resultado. Esa es la
esencia de todo en democracia.
Ernesto Sepúlveda Tornero
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