Esta
semana el diputado Gabriel Boric, el ex líder estudiantil de 2011, y referente
del Frente Amplio, lanzó su campaña para llegar a La Moneda. El joven político
magallánico se enfrentará en primarias al candidato comunista Daniel Jadue, en
lo que será una medición entre el centenario partido de izquierda, y un
movimiento político, que aspira a reemplazarlo. Cuando se esperaría un debate
de ideas, confrontar proyectos de futuro, lo que mas sale en la prensa, son las
declaraciones o frases, que irritan o polarizan. Nuestro coterráneo, ha sido
valiente, ha enfrentado el desafío de renovar el discurso, de tratar de refrescar
los viejos debates, pero enfrenta a la tradición histórica de la izquierda. Aquella
que no sólo no se renovó, sino que sigue anclada en los años de la guerra fría.
Aquella que, en una falsa lealtad a sus principios, se niega a condenar las
violaciones a los DDHH, cuando se producen en regímenes, con los que
simpatizan. En una ironía del destino, la primera vez que la izquierda por sí
sola, aspira a la mas alta magistratura, lo hace con su versión más conservadora.
En ese contexto, parte de las propuestas de Gabriel Boric, lo distinguen con ventaja
de su contrincante. Sin embargo, como pudimos apreciar en la disputa por la
gobernación metropolitana, una parte significativa del Frente Amplio, no se
diferencia sustantivamente, del partido comunista.
En
retrospectiva, el error del PC/FA de excluir de su primaria al centro izquierda,
produjo un daño inmediato a la calidad del debate democrático. La
contraposición de proyectos políticos, hubiera enriquecido una disputa
presidencial, que la izquierda conservadora, intenta llevar una y otra vez, al
pasado. Teniendo la oportunidad de aportar las mejores ideas de futuro, el
debate instalado, es sobre el período de recuperación democrática. De algún modo,
la que fue durante 20 años, la “izquierda extraparlamentaria”, intenta ajustar
cuentas con la historia, en un ejercicio estéril e improducente. Lo que Chile
espera de sus liderazgos, es que le muestren expectativas de futuro, no que
sigan mirando un pasado, que no interpreta a la población común y corriente.
Estamos
ad portas del inicio de la convención constituyente, son tiempos de esperanzas,
de buscar entre todos, la forma de mejorar nuestras vidas. El Chile que viene
va a requerir de un liderazgo, capaz de conducir las transformaciones que
debemos hacer, y que debe asegurar que lo haremos en paz y estabilidad. En lo
personal, creo que es la centro izquierda, la que asegura que estos avances, puedan
concretarse.
No
es tiempo de aventuras personales, ni de caminos propios. El progresismo debe
zanjar a la brevedad, quien lo representará en las elecciones de noviembre.
Pasó el tiempo de las decisiones entre cuatro paredes. El 2017 se abortaron las
primarias del sector, y se entronizó sin concurso ni sorteo a un candidato, que
en segunda vuelta fue barrido por el candidato de la derecha. Es mucho lo que
se juega en noviembre, para estar dependiendo de encuestas truchas,
conocidamente usadas como propaganda política.
Nadie ha pagado costo político alguno por el desastre de 2017, y ahora
nos acercamos peligrosamente al mismo escenario.
La candidata del socialismo democrático, Paula Narváez, es la que tiene
mejor chance de captar el voto de la izquierda en segunda vuelta. Los resultados electorales del Partido
Socialista en concejales, alcaldes, gobernadores regionales y en convencionales
constituyentes, demuestran su adhesión popular. Pero este respaldo debe ratificarse
en una primaria, donde sean las personas quienes decidan, quien representará al
sector en noviembre. Debe efectuarse una primaria convencional, y no puede
dilatarse más la decisión de la falange.
Reitero
desde acá mi felicitación a nuestro joven político magallánico Gabriel Boric,
desde luego yo no participo de su primaria, pero me gustaría mucho verlo en
noviembre, enfrentando a Paula Narváez, la candidata de la centro izquierda.
Sería bueno para el proceso político chileno, que se pudiera debatir estos dos
proyectos políticos. Con ideas de futuro, mirando el Chile de los próximos 50
años, y no mirando los años 60’, y un pasado que ya nadie puede alterar.
Ernesto Sepúlveda Tornero
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