Nunca nos ha sido indiferente la Semana Santa, a la
mayoría de los chilenos. Sea por las largas e interminables filas de vehículos,
con millones de santiaguinos saliendo de la capital. Que, por cierto vemos en
todo Chile en una maratón televisiva. Sea por las tradiciones culinarias
asociadas a la fecha, y el consabido aumento del consumo de pescados y
mariscos. Sea por los que procuramos vivir, con devoción, los ritos que la
tradición cristiana, realiza para conmemorar la pasión, muerte y resurrección de
Jesucristo.
A nadie deja indiferente, sea porque disfruta el
festivo, o porque apetece los ricos manjares, o porque participa activamente en
iglesias y capillas.
El tema de la fe, siempre ha sido un tema espinudo. Yo
mismo he escuchado a muchos no creyentes, reconocer que se trata de un don.
Cuando se posee, de nada sirve tratar de explicarla a otros. Lo mejor es tratar
de vivirlo.
Pareciera ser que esta Semana Santa, tuvo alcances
especiales. Vimos con mucha pena, las imágenes de la catedral de Notre Dame
incendiándose. Una maravilla de la arquitectura, testimonio de más de 800 años
de historia. Una obra, donde se volcó todo el oficio de orfebres, carpinteros y
albañiles, por varias generaciones.
Vimos a miles de franceses congregados en torno a su
catedral, muchos de ellos orando de rodillas. Felizmente se pudo sofocar el
incendio, y pese a las notables pérdidas se puede reparar. El Presidente
Macron, en un tono que le es muy caro, como encarnación viva de la república,
convocó a todos a la reconstrucción. De inmediato los poderosos magnates
franceses, abrieron sus arcas y sus cofres, y se reunió una suma que superaba
los mil millones de euros.
Hasta de Chile, hubo ofrecimientos, de madera y cobre
por parte del presidente.
Impactó mucho ver en redes sociales, a personas con nombre
y apellido, festinando con la destrucción de la catedral. En una analogía
perversa, se asimilaba el incendio, al daño que han producido los abusos
sexuales y de poder al interior de la iglesia. Otros con un poco mas de sentido
común y mesura, llamaban a la reconstrucción de venerables e históricos templos
chilenos, dañados por terremotos o incendios. Se mencionó a la iglesia de San
Francisco de Valparaíso, la que le dio su nombre al puerto, el tradicional y
marinero “Pancho”.
No hay que ir lejos, para conocer experiencias de
cristianos comprometidos, con su iglesia. En la propia Punta Arenas, se conoce
el caso de una pequeña estructura, que sirvió como capilla a la comunidad “Juan
XXIII”, mientras la comunidad se
organizaba para construir sus casas, afectadas por una inundación del Río de
las Minas. Cuando se cumplió ese cometido, se trasladó esa estructura en una “minga”,
a otro sector, a la Villa Alfredo Lorca. Donde sirvió para los mismos fines,
hasta que se contruyó el actual templo de la Parroquia Santa Teresa.
La estructura en cuestión volvió a trasladarse en “Minga”,
y hoy sirve de capilla a la comunidad “San Pedro y San Pablo”, que también está
en proceso de construcción de su iglesia.
Donde quiero llegar con esto? Son las personas comunes
y corrientes, las que construyen las catedrales, los grandes templos, los
edificios. Lo que impulsa a hombres y mujeres en todo el mundo, a entregar su trabajo,
su tiempo, y en muchos casos sus propias vidas. Eso, es la fe.
Esa es la riqueza de la iglesia católica, ser
portadora de un mensaje que atraviesa el tiempo, atraviesa la historia, y es
siempre actual. Es siempre un mensaje nuevo. Un mensaje de amor, de
misericordia, que ha venido a transformarlo todo.
Cada Semana Santa, los cristianos recibimos un llamado
a iniciar una nueva vida. Un llamado de
esperanza para el que sufre, el oprimido, el desesperado. Un llamado a la
fraternidad, y al compromiso.
El día de la pascua de resurrección, cuando se
recuerda que Cristo venció a la muerte, tras haber ofrendado su vida por todos
nosotros. En un distante lugar, llamado Sri Lanka, se produjeron 8 atentados
explosivos, contra hoteles, y también contra iglesias donde los católicos,
celebraban la pascua. Centenares de muertos y heridos, inocentes que sufrieron
un ataque cruel, y alevoso, que no tiene justificación alguna.
Nuestra tranquila vida, en Chile, y mas tranquila aun
en Magallanes, debe hacernos reflexionar en estos hechos, en nuestro compromiso.
Hago todo lo que puedo por los demás?, vivo cada día tratando de mejorar la
vida de otros? Soy fiel a mis principios y creencias?
En mi caso, mi fe en Jesucristo, herencia de una
familia devota, me ha llevado al compromiso social y político. Y gracias a
episodios de mi vida reciente, me ha llevado a vivir con gran intensidad la experiencia de
la oración y la vida en una comunidad cristiana. Estos son tesoros al alcance
de cualquiera, solo se requiere voluntad y entrega.
Es por ello, que invito en esta semana, a reflexionar
sobre estos temas.
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