No me refiero al fútbol, tampoco
inicio aquí una elegía al gran ídolo, Maradona, que dejara al mundo entero de
luto, la semana pasada. Me refiero al triunfo de las ideas, a pesar de que quienes
las propugnan, sean derrotados electoralmente. Y esto me viene a la cabeza, a
propósito de cómo ha derivado el segundo gobierno de Piñera, hacia algo que
nunca quiso ser. A un vehículo que va moviéndose, pero en que el conductor no
decide, el rumbo ni el lugar. A lo más acelera, frena, cambia la marcha. Es la
sensación de estafa que sienten, legítimamente a mi juicio, los partidarios políticos
del presidente. La alianza de gobierno que lo secundó en su deseo de retornar a
La Moneda. La sensación de que ganaron las elecciones, para llevar adelante un
programa de gobierno distinto, al que se les propuso. Ni más ni menos, uno que
perfectamente podría haber llevado adelante un gobierno de sello contrario.
No
se trata de sumar mecánicamente las iniciativas legales, que el congreso,
mayoritariamente opositor, le ha modificado de raíz al presidente. Se trata
también de un cierto animus presidencial, donde aflora es prurito de gritar
todos los goles. Los propios y los ajenos. La prueba mas evidente, es el
proyecto de ley, presentado de apuro por el ejecutivo, para detener la marcha
de la segunda reforma constitucional, para un retiro del 10% de las AFP.
Simplemente, no se resistió a ver “ganar” a sus adversarios, concretando un
segundo retiro de las sacrosantas administradoras de fondos de pensiones.
Intentó con un proyecto, que transformaba en préstamo, el retiro, que fijaba un
monto reducido a retirar, y con pago de impuestos. Con la batahola que se armó,
entre sus propios partidarios, que amenazaban rechazo, y en la oposición que insistía
en defender su reforma. El gobierno terminó cediendo en todo, incluso en el
pago de impuestos, que ahora serán obligatorios sólo a rentas de un millón y
medio y superiores. Toda una estrategia diseñada para retomar el control de la
agenda, perdida hace mas de un año, termina reducida sólo al recurso presentado
ante el Tribunal Constitucional. Un manotazo de ahogado, incluso si el TC falla
en contra, sería una victoria pírrica para el gobierno. Si creía tener la
razón, porque abandonó a pocos días su postura, y adhirió con fuerza a la que
ayer rechazaba.
Pero
también en la oposición, se aplica esto de “ganar perdiendo, o perder ganando”.
La lógica del retiro, es una derrota ideológica. El disponer individualmente, de lo que cada
uno ha podido reunir con sus propias fuerzas, sin importar si el de al lado
tiene o no tiene. Es el ejemplo más palpable del individualismo. Esa idea, elevada
a fuerza natural, por los monetaristas, la base del sistema de libre mercado.
Nada más contrario a las ideas del progresismo. Ideas como luchar por un estado
de bienestar, financiado por todos, y que consagre y reconozca derechos sociales.
La idea de una pensión digna y suficiente, otorgada por un sistema de seguridad
social, con universalidad, y financiamiento tripartito. De un paraguazo y con
entusiasmo infantil, políticos de plateados cabellos, junto a jóvenes y
rozagantes políticos de nuevo cuño, celebrando alborozados, el haber aprobado
un nuevo retiro.
Yo
creo firmemente en la libertad de las personas, incluso para disponer de sus
propios fondos. Pero no celebro como un triunfo que esto suceda, ya que es la
constatación del fracaso del estado, en brindar apoyo a vastas masas de personas
de la clase media. Un fracaso de las políticas públicas impulsadas por este
gobierno, pero también un fracaso de la oposición, que termina claudicando en
el mercado la protección social, que el estado debe garantizar.
Como
lo vengo repitiendo hace un tiempo, en una mirada histórica, de largo plazo,
los tiempos que hoy vivimos en Chile, corresponden a los de un cambio de ciclo.
Las frustraciones de al menos un par de generaciones, hacen eclosión ahora,
para exigir su parte. No sabemos bien aún, si esas múltiples expresiones de
rechazo al orden de cosas, construido en los últimos 30 años, logrará
consolidarse como una alternativa política. Las fuerzas del progresismo, las fuerzas
de centro izquierda, deben encontrar la forma de conciliar, esas energías de
una mayoría insatisfecha, con una propuesta de futuro. Esta propuesta, esta
proyección debe ser capaz de rescatar lo mejor de todos. No es momento de maximalismos.
Chile no avanzará hacia un modelo chavista, ni a una dictadura de partido único.
Tampoco volveremos al gobierno de los ultra ricos y poderosos. Nos queda un
enorme espacio, en esas mayorías, trabajadoras, que aspiran a sostener con
dignidad a sus familias. Que esperan no pasar zozobras, ni temores, cada vez
que se pierde el empleo, o algún familiar enferma.
Hay
que asumir con humildad los errores. Ganar con ideas ajenas, no tiene mérito
alguno, y es un engaño a los electores. Pero saber conciliar las ideas propias,
con las mejores, incluso de los adversarios. Eso, es lo que hace grandes a las
naciones.
Es
lo que recordaba ayer el presidente Lagos, a propósito de la partida de Tabaré
Vásquez ex presidente de Uruguay. “El supo conciliar a sectores distintos, para
construir una mayoría. Él supo reconocer que el adversario también podía tener
la razón. Ese fue su gran aporte a la democracia en Latinoamérica”.
Ernesto Sepúlveda Tornero
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