EL OCASO DE LA
DERECHA CHILENA
Tras una seguidilla de incidentes relacionados
con el bullado “caso Penta”, el término del año 2014 y primeros meses del 2015
han dejado a los partidos políticos de la derecha chilena, sumidos en una
debacle de profundos e irreversibles alcances. Y es que algo, a lo cual trató
de bajarse el perfil, con toda clase de frases para el bronce, como “error
involuntario”, “problemas administrativos”, “servicios profesionales efectivamente
realizados”, no lograron borrar o acallar, lo más evidente y brutal, los “raspados de olla”, “boletas de las cónyuges
o de las secretarias de los candidatos”, así como “boletas de las esposas de
los dueños del holding”. La derecha chilena, que siempre ha estado unida
incestuosa y desenfadadamente con el gran capital, quedaba tempranamente en los
primeros días del 2015, desnuda y en la calle.
Paradojas de la realidad chilensis, en un
estado que llamaría a la vergüenza, a la contrición, a la humildad, la derecha
exhibe sus flaquezas con prepotencia, en forma desafiante, incluso desplegando
una agresividad que no se le veía, desde los años en que el tirano Pinochet estaba
detenido en Londres.
El fin de semana, y a propósito del torpe
episodio protagonizado por Sebastián Dávalos, vimos una insólita sucesión de
figuras UDI-RN, pidiendo poco menos que cárcel para el famoso hijo. En un grosero
intento de empatar, una conducta impúdica, afincada en la frescura del
privilegio para la elite política, con un procedimiento(Penta-Udi), orquestado
empresarialmente para defraudar al fisco, y beneficiar al margen de la ley, a candidatos
ultraderechistas.
En tal situación, no debemos esperar que mejoren
los resultados de evaluación a la clase política. Puestos a bailar en el fango,
da lo mismo el color, el origen social, o la investidura de los bailarines,
todos ellos quedarán igualmente cubiertos de ese estuco, de esa cáscara hecha
de miasmas e inmundicias sin nombre.
Esa es la apuesta de la derecha chilena y sus
patrocinadores, generar un estado de tal descomposición pública de la clase
política toda, que haga viable, lo impensado, un acuerdo Insulza-Longueira 2.0,
un sagrado perdonazo, para que todo siga como antes.
Este diseño calza en forma precisa con largos
desarrollos discursivos, del padre putativo de varios de los dirigentes
Penta-Udi, el mismísimo Jaime Guzmán, quien tenía la peor opinión de los
políticos, y de la actividad política en general, muy en el estilo del cosismo
lavinista.
Cuando vemos que en estos días, la única
propuesta que realizan los líderes derechistas, es formar una nueva coalición “La
alianza está muerta, RN, la UDI y Evópoli deben formar un solo partido” (Dip.
Edwards), confirmamos que este sector, o al menos lo que conocemos de él hasta
ahora, va cuesta abajo en la rodada, carece ya de legitimidad, incluso para
hablarle a su propio electorado, y ha entrado en el ocaso. Tal vez un ocaso un poco
tardío, considerando que sobrevivieron
muy campantes a la dictadura de la que formaron parte por 17 años. De cualquier
modo, enhorabuena.
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