Para quienes llevados de una
primera impresión, han visto en las escenas del mundo político del mes de
febrero, el comienzo del fin de la popularidad de la Presidenta Bachelet, y
para quienes desde el vector derecho han batido palmas, pensando que los
vientos empiezan a soplar a su favor, les doy una mala noticia: No hay mejor
momento para probar un buen timón, que enfrentando aguas turbulentas. El bochornoso
y patético episodio protagonizado por el *primer hijo* y su esposa Compagnon,
que borró de una sola plumada un mes de enero brillante para el gobierno, con
una agenda legislativa aprobada en su totalidad el 2014, y con un auspicioso
comienzo del 2015, ha sido el momento que el destino puso a Bachelet en su
camino, para probar su liderazgo. Se equivocan quienes han visto en ella, a una
mujer siempre sonriente, siempre simpática, una especie de versión edulcorada
de presidenta. Nada mas distante de la realidad.
Michelle
Bachelet está hecha para los momentos difíciles, y enfrentada al momento “gris
y amargo” de tener que apartar a su propio hijo del gobierno, lo hizo de
inmediato, dando la cara ante todo el país, asumiendo su responsabilidad como
Presidenta, pero sin dejar de resaltar que como mujer y como madre estaba muy
afectada. Esa hidalguía, la franqueza, y la humildad con que enfrentó este
lamentable evento, no es nada mas que una muestra de su temple, y de su
naturaleza.
Recurriendo a
un libreto que se sabe de memoria, la derecha ha pretendido empatar con
Penta-Udi, la imprudencia y la avaricia del *parcelero* de Machalí, tratando de
salpicar a la propia Presidenta, y a todo su gobierno con esa mezcla infecta de
lodo e inmundicia, en la cual las mas importantes figuras del empresariado
gremialista, están chapoteando.
Rápidamente los
medios de comunicación que sirven a los intereses de la derecha, ha orquestado
una batería de encuestas de opinión, para tratar de medir “en cuanto ha afectado a
la imagen de la Presidenta”, unido a todo un coro de voces, en que mas de algún
listillo de las propias filas de la Nueva Mayoría, pretende capitalizar para sí
y para su conservadora progenie, esa ráfaga de viento hediondo que permite
disfrazar cualquier cosa.
En estas aguas
turbulentas le toca llevar el timón a la
Presidenta Bachelet, pero del problema mayor que tiene la política chilena, que
es su falta de aprobación popular, su falta de credibilidad, no se salva
ninguno, y quienes creen que el tema hay que dejárselo a los tribunales de
justicia, o al tribunal supremo, están profundamente equivocados. Este momento, marca un punto de inflexión, hay que marcar ahora la diferencia, e
impulsar una profunda transformación del sistema político, que pasa por la modernización
de los partidos políticos y de su financiamiento; pasa por mejorar la calidad
de la política con mayor transparencia, y aumentando los niveles de
participación (incluso revisando el voto voluntario). Pasa por levantar un muro
infranqueable entre los negocios, entre la empresa, entre el capital y la
política. Para que las sanciones sean tan fuertes para quienes incurran en
abusos o prácticas fraudulentas, que sea un desincentivo absoluto al cohecho,
al financiamiento irregular, y a las llamadas “negociaciones incompatibles”.
Soy un
convencido de que podremos sortear como país, estos obstáculos a nuestro
desarrollo que se nos han aparecido en
febrero, de una manera tan intempestiva y brutal, el liderazgo y la mano firme
en el timón, se prueba ahora mismo, en tiempo real. No hay espacio para
improvisaciones, tampoco para dobles discursos ni doble estándar, *digo lo que
pienso, y hago lo que digo*, un código
moral de granito, el de nuestra Presidenta, que desafía el vendaval, sin perder
su sonrisa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario