martes, 24 de febrero de 2015

NAVEGANDO EN AGUAS TURBULENTAS


                Para quienes llevados de una primera impresión, han visto en las escenas del mundo político del mes de febrero, el comienzo del fin de la popularidad de la Presidenta Bachelet, y para quienes desde el vector derecho han batido palmas, pensando que los vientos empiezan a soplar a su favor, les doy una mala noticia: No hay mejor momento para probar un buen timón, que enfrentando aguas turbulentas. El bochornoso y patético episodio protagonizado por el *primer hijo* y su esposa Compagnon, que borró de una sola plumada un mes de enero brillante para el gobierno, con una agenda legislativa aprobada en su totalidad el 2014, y con un auspicioso comienzo del 2015, ha sido el momento que el destino puso a Bachelet en su camino, para probar su liderazgo. Se equivocan quienes han visto en ella, a una mujer siempre sonriente, siempre simpática, una especie de versión edulcorada de presidenta. Nada mas distante de la realidad.

Michelle Bachelet está hecha para los momentos difíciles, y enfrentada al momento “gris y amargo” de tener que apartar a su propio hijo del gobierno, lo hizo de inmediato, dando la cara ante todo el país, asumiendo su responsabilidad como Presidenta, pero sin dejar de resaltar que como mujer y como madre estaba muy afectada. Esa hidalguía, la franqueza, y la humildad con que enfrentó este lamentable evento, no es nada mas que una muestra de su temple, y de su naturaleza.

Recurriendo a un libreto que se sabe de memoria, la derecha ha pretendido empatar con Penta-Udi, la imprudencia y la avaricia del *parcelero* de Machalí, tratando de salpicar a la propia Presidenta, y a todo su gobierno con esa mezcla infecta de lodo e inmundicia, en la cual las mas importantes figuras del empresariado gremialista, están chapoteando.

Rápidamente los medios de comunicación que sirven a los intereses de la derecha, ha orquestado una batería de encuestas de opinión,  para tratar de medir “en cuanto ha afectado a la imagen de la Presidenta”, unido a todo un coro de voces, en que mas de algún listillo de las propias filas de la Nueva Mayoría, pretende capitalizar para sí y para su conservadora progenie, esa ráfaga de viento hediondo que permite disfrazar cualquier cosa.

En estas aguas turbulentas  le toca llevar el timón a la Presidenta Bachelet, pero del problema mayor que tiene la política chilena, que es su falta de aprobación popular, su falta de credibilidad, no se salva ninguno, y quienes creen que el tema hay que dejárselo a los tribunales de justicia, o al tribunal supremo, están profundamente equivocados. Este momento, marca un punto de inflexión, hay que marcar ahora la diferencia, e impulsar una profunda transformación del sistema político, que pasa por la modernización de los partidos políticos y de su financiamiento; pasa por mejorar la calidad de la política con mayor transparencia, y aumentando los niveles de participación (incluso revisando el voto voluntario). Pasa por levantar un muro infranqueable entre los negocios, entre la empresa, entre el capital y la política. Para que las sanciones sean tan fuertes para quienes incurran en abusos o prácticas fraudulentas, que sea un desincentivo absoluto al cohecho, al financiamiento irregular, y a las llamadas “negociaciones incompatibles”.


Soy un convencido de que podremos sortear como país, estos obstáculos a nuestro desarrollo que  se nos han aparecido en febrero, de una manera tan intempestiva y brutal, el liderazgo y la mano firme en el timón, se prueba ahora mismo, en tiempo real. No hay espacio para improvisaciones, tampoco para dobles discursos ni doble estándar, *digo lo que pienso, y hago lo que digo*, un  código moral de granito, el de nuestra Presidenta, que desafía el vendaval, sin perder su sonrisa.

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